Monterrey.- La lucha de las mujeres enfrenta diferentes aristas, algunas más desgarradoras que otras, pues su lucha parte, en algunos casos, del dolor y la desesperación de perder a un ser querido.
La historia de Leticia Hidalgo, conocida por muchos por su activismo en la ciudad comenzó tras el 11 de enero de 2011, cuando su hijo Roy Rivera Hidalgo fue desaparecido.
Ella salió a la ‘luz’ pública un año después, cuando su confianza en las autoridades se vio minada. Lo hizo junto a otras familias que experimentaron “la impunidad y la exigencia de justicia que nunca llegaba”.
Tenía, dice, una vida común y corriente, como cualquier tipo de familia regiomontana, de la casa al trabajo y viceversa.
“Estuve un año esperando la reacción del trabajo de las autoridades y al no encontrar ni siquiera una reacción, basándose en la ley y en las obligaciones que tienen, ya nuestra espera fue activa”, cuenta la mujer.
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El camino de Lety, como el de otras madres buscadoras no ha sido sencillo, pues además de luchar contra la violencia que ya viven con la desaparición de sus seres queridos, les ha tocado experimentar la indolencia de las propias autoridades.
“Nos encontramos con unas autoridades sumamente indiferentes, sumisas, incompetentes, que no sabíamos que existían. Nosotros como familia regular de una ciudad tan importante como Monterrey creíamos en las autoridades, creíamos en los gobiernos, creíamos que estaban trabajando y haciendo todo por garantizarnos la seguridad, por garantizarnos la vida, por garantizar todos los derechos, y desde ahí empezamos a notar que no estamos en un país competente ni país seguro
“Nos encontramos también con gobiernos sumamente indolentes y quizás cómplices de la desaparición de más de 6,000 personas en Nuevo León y más de 115,000 en todo México”, lamenta.
Pese a su dolor y el desafío de buscar que las autoridades actúen, desde el activismo han empujado la creación de la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas y la Ley Contra la Desaparición Forzada de Personas.
Como Lety, muchas otras mujeres, saben que de nada sirven los kilos de papel en oficios que se gestionan entre dependencias gubernamentales frente a los casos de sus familiares desaparecidos, donde cada minuto y cada día que pasa, recorta la posibilidad de encontrarlos, sino de que obligue a las autoridades a “que se pongan las botas y salgan a los montes, a los ríos, a los valles, a buscar a nuestros hijos, a nuestras hijas”.
Como Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos Nuevo León (Funden NL), destaca Lety son la única organización que creó también su propio equipo de antropólogos y arqueólogos forenses, porque en Nuevo León, afirma, aún no se cuenta con ese expertis en la Fiscalía.
“Nosotras nos ponemos a buscar porque somos las únicas que los encontramos. Nuestro reproche desde aquellos años, desde el 2011 a las autoridades era que no necesitábamos más papeles, mi caso tiene más de 15 kg de papeles, puros oficios que mandan de una oficina a otra y para nosotros eso no es buscar”, afirma.
El activismo, dice Lety, no es sencillo, pues en el caso de las desesperaciones, dice, experimentan el dolor más grande que puede existir en un ser humano y en algunos casos “la desaparición forzada de un hijo, de una hija, de un nieto, de un hermano, ese tan grande que muchas veces mata una gran parte de nuestro ser”.
Sin embargo, decir que lo hacen por amor y por convicción, no significa que lo hagan sin miedo, pues en la lista de personas víctimas de violencia en el país hay activistas. Ejemplo claro de ello es el caso de la también activista Marisela Escobedo, activista que buscaba justicia en el feminicidio de su hija.
“No me siento capaz de decirles que no tengan miedo porque hemos sufrido el asesinato de algunas activistas, me da miedo decir, 'no tenga miedo', pero si diría que, si los buscamos nosotras, los podemos encontrar”, concluye Lety en su mensaje a mujeres que puedan hoy pasar por su misma situación.