La militarización pública y el futuro de nuestros hijos

Los militares han demostrado ser malos servidores públicos, y malos empresarios. La droga sigue fluyendo en las aduanas marítimas, y la corrupción sigue rampante en las aduanas terrestres.

Escrito en OPINIÓN el

Recientemente hice un viaje nacional, pisando el cada vez más decayente Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM). He tenido la oportunidad de viajar, y nunca había visto tal sinrazón como la observada en mi reciente viaje. Una sinrazón que mucho nos dice sobre el creciente papel que juegan las Fuerzas Armadas en el país, y el ominoso, preocupante futuro que nos augura.

Nuevamente, el vuelo se retrasó: una hora y media de demora. Los retrasos parecen ser la nueva regla del aeropuerto capitalino mexicano – pero no importa, porque los mexicanos nos acostumbramos a todo. Tuvimos que trasladarnos hasta la zona internacional para tomar un vuelo nacional. Durante el largo recorrido, hubo un olor constante y pútrido de desechos humanos, otra nueva normal del aeropuerto capitalino. Llegamos a la sala y los asientos estaban acordonados: reservados solo para los pasajeros que viajan a Múnich, Alemania. Hay sillas vacías, mujeres de pie, largas filas y un toque de caos por doquier. Alrededor de 15 marinos –no hay policías– están revisando de nuevo todo el equipaje de todos los pasajeros que viajan a Múnich. Los alemanes no entienden nada. Pregunto a un marino por qué la zona acordonada, y no tiene respuesta.

No lo perdamos de vista: uno de los peores legados de la administración lópezobradorista es la militarización de la vida pública. Y Claudia Sheinbaum promete continuarla. La militarización implica el reparto de tareas públicas civiles, y la entrega de rentas fuera del control congresional. Como era de esperarse, los militares han demostrado ser malos servidores públicos, y malos empresarios. La droga sigue fluyendo en las aduanas marítimas, y la corrupción sigue rampante en las aduanas terrestres. El Tren Maya, el Tren Transístmico, Mexicana de Aviación y el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, todos construidos y administrados por militares, han fracasado, y los continuamos subsidiando. Ni hablemos de la Guardia Nacional y la seguridad pública, o los hoteles en la Riviera Maya propiedad de las Fuerzas Armadas. Construidos con dinero público, claro.

La violación a la Constitución ha sido sistemática. Aun así, López Obrador se llevó a los titulares de Sedena y Semar en su último viaje a Cuba, algo nunca visto. Se presume que lo hizo para que aprendieran de los militares cubanos a ser empresarios, los mismos militares que manejan una parte considerable de la economía cubana y que están dispuestos a reprimir a su población para mantener sus prebendas. Las Fuerzas Armadas mexicanas fueron institucionales durante buena parte del siglo veinte. También fueron en gran medida responsables de la inestabilidad política de buena parte de nuestra historia. Gozaban de enormes prebendas que eventualmente les fueron retiradas y, ahora, crecientemente regresadas.

Nací en los ochentas, en medio de nuestra promesa democratizadora. Mi primer hijo nació este año, en medio de una promesa militarizadora, de destrucción institucional, de vorágine autoritaria. Nunca había sentido tanta desesperación por el rumbo del país. Nunca había sentido tanta urgencia.

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