Una ciudad que se desborda

Escrito en OPINIÓN el

En la última década se ha vuelto lugar común hablar de la falta de coordinación metropolitana y los efectos del desorden urbano con el cual creció el Área Metropolitana.

Pero la realidad se encarga de reiterar sus efectos: cada vez más visibles y, en ocasiones, trágicamente tangibles.

Las lluvias de un mes de septiembre “ordinario” (con el nivel promedio de precipitación histórica, aunque hacía más de 5 años sin un septiembre así) lo reflejan. Inundaciones súbitas, caos en las principales avenidas, construcciones e incluso vidas, afectadas.

El cambio climático tiene un impacto cada vez más evidente en las ciudades, con fenómenos extremos —ya sean sequías prolongadas o lluvias intensas— que se vuelven más frecuentes y severos.

Esta realidad debería impulsarnos a construir ciudades más resilientes: capaces, por ejemplo, de conservar mejor el agua que reciben. Sin embargo, el esfuerzo por lograr que los alcaldes asignen presupuesto y acciones concretas para enfrentar esta problemática —seguido y evaluado por iniciativas como Alcalde, Cómo Vamos— aún enfrenta resistencias o desinterés.

Existe, además, una razón de fondo que explica parte del problema: la forma en que se ha desarrollado el Área Metropolitana.

La expansión desordenada y la falta de una planeación efectiva —o de capacidad para ejecutarla— han generado un deterioro progresivo en los servicios públicos.

Así lo confirman los resultados de la Encuesta Así Vamos 2024, donde la mayoría de los servicios evaluados mostró una caída respecto a años anteriores.

El drenaje pluvial, por ejemplo, recibió una calificación ciudadana de apenas 6.8.

Una ciudad que crece sin control se convierte en un desafío cada vez mayor para los gobiernos, especialmente los municipales, que deben responder a necesidades básicas con recursos limitados... Algunos expertos y autoridades han advertido sobre el estado del drenaje sanitario: obsoleto, colapsado en muchos tramos y convertido en una crisis silenciosa.

Por otra parte, la construcción en arroyos y laderas, así como la acelerada pérdida de áreas verdes están en el centro del problema... De acuerdo con especialistas como Antonio Hernández, alrededor del 52 por ciento de los cauces naturales en la ciudad —ríos y arroyos— han sido convertidos en calles. Pero el agua siempre busca su camino. Y si la ciudad le ha cerrado el paso, lo encontrará de cualquier forma, con consecuencias cada vez más graves.

No se trata solo de infraestructura, sino de una visión equivocada del territorio. O cambiamos el enfoque y las acciones desde los ámbitos municipal y estatal, con planeación real y voluntad política, o será la propia ciudad la que, tarde o temprano, nos cobre la factura.

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“La expansión desordenada y la falta de una planeación efectiva —o de capacidad para ejecutarla— han generado un deterioro progresivo en los servicios públicos”