Cuidar nuestros pulmones urbanos

Escrito en OPINIÓN el

En una metrópoli dinámica como Monterrey, donde el ritmo industrial y urbano parece avanzar sin pausa, a veces olvidamos que la ciudad respira. Y que lo hace gracias a sus pulmones urbanos: esos espacios verdes que, aunque a veces pasan desapercibidos, sostienen silenciosamente nuestra calidad de vida. El Río Santa Catarina, el Río La Silla, el emblemático Cerro de la Silla y el refugio natural de Chipinque no solo son símbolos regiomontanos; son fuentes de salud, equilibrio ecológico y bienestar comunitario.

Estos pulmones urbanos regulan la temperatura, filtran el aire y ofrecen espacios para convivir, ejercitarnos y reconectar con la naturaleza. En una ciudad que enfrenta desafíos de contaminación, calor extremo y crecimiento desordenado, cuidar estas áreas ya no es solo una opción ambiental: es una necesidad social. Cada árbol, cada tramo de río y cada sendero son parte de una red vital que sostiene el futuro urbano.

Sin embargo, su preservación requiere algo más que buenas intenciones. Exige una visión compartida entre ciudadanía, autoridades y sector privado. Proteger el cauce del Santa Catarina de intervenciones inadecuadas, mantener limpio el Río La Silla, evitar la expansión urbana sobre las faldas del Cerro de la Silla o fortalecer los programas de conservación en Chipinque son acciones concretas que marcan la diferencia.

Nuestra área metropolitana pasar por momentos muy críticos debido a la problemática de la alta contaminación que estamos experimentando. Esto vuelve aún más importante el cuidado de estos espacios verdes y sobre todo, de la empatía de toda la sociedad por ellos.

La buena noticia es que, cuando los regiomontanos nos involucramos, las cosas suceden. Las jornadas de reforestación, los grupos de senderistas que cuidan sus rutas y las organizaciones civiles que vigilan el entorno demuestran que la ciudad está llena de manos dispuestas a colaborar.

Hoy, más que nunca, Monterrey necesita respirar. Y eso comienza con reconocer el valor de sus espacios naturales, tratarlos con respeto y asumir que su cuidado es tarea de todos. Si sembramos conciencia y actuamos con responsabilidad, podremos heredar a las próximas generaciones una ciudad que no solo crece, sino que también respira con fuerza y esperanza.