La joya más reciente de la infraestructura cultural de Monterrey, el atractivo turístico-artístico del Noreste de México: La Milarca, celebró su aniversario número uno el pasado 12 de julio.
Se trata de un complejo arquitectónico realizado exprofeso para albergar la colección de Mauricio Fernández Garza (Monterrey, 1952) con la particularidad de que se reconstruyo el espacio original que la albergo: el conjunto de residencias que habito la familia Fernández Garza-Zambrano en lo alto de la Sierra Madre Oriental, con la capital del Noreste a sus pies.
En su nueva ubicación, el Parque Rufino Tamayo, las construcciones semejan un pueblo medieval, de hecho, algunos elementos arquitectónicos utilizados en las mismas datan de ese período histórico, Siglo XIII, y se complementan con otros, los techos, de los Siglos XIV y XVI. Es importante señalar que estos elementos antiguos son los que dan origen tanto a los anteriores como a los actuales edificios, salvo la cúpula comisionada a Ismael Vargas, para el acceso principal al conjunto desde su primer sitio.
Allí, en el corazón de Valle Oriente, una utopía latinoamericana en palabras del escritor Federico Guzmán, está la curaduría y museografía de Miguel Ángel Fernández para presentar al público una colección deslumbrante que incluye fósiles, mineralia, numismática, arte popular y pintura y escultura modernas, junto a piezas de mobiliario, textiles, orfebrería y taxidermia. Todo ese grandioso tesoro se exhibe, principalmente, en dos secciones: el gabinete de curiosidades y el estudiolo, términos que remiten al origen mismo del coleccionismo y que aquí se materializaron en escaparates-displays-muros barrocos.
El primero, el gabinete de curiosidades o WunderKammem es realmente impresionante por sus dimensiones y la gran cantidad de piezas que se exhiben de piso a techo, sobre todo fósiles y mineralia, es interesante el dialogo que se establecen entre algunos de estos objetos con miles de años de antigüedad y las obras realizadas por Francisco Toledo que a su vez traen a la memoria las palabras que dedico al oaxaqueño, el poeta Luis Cardoza y Aragón: es Señor de la virtud de hacer con todo, materia de su hechizo.
Junto a la cámara de maravillas se instaló el studiolo también repleto de piezas, entre un curul antiguo de un parlamentario mexicano, libros y la espada de Hernán Cortes, sobresalen tres cuadros: el retrato de Márgara Garza Sada de Fernández por Rufino Tamayo, de 1974; unos alcatraces muy poco afortunados de Diego Rivera y un autorretrato temprano de Frida Kahlo. Las tres pinturas casi nunca antes vistas en público. Se aprecia también el boceto del Dr. Lakra para el mural que decora el túnel que une Garza García con Monterrey.
Antes de salir de la sala hay una placa que deja en claro que el coleccionista es un apasionado de sus colecciones, de los fósiles no hay duda, encontró un ejemplar desconocido en Vallecillo que fue bautizado con su nombre: Mauriciosaurio Fernandezsi. A la entrada, muy cerca del gabinete de curiosidades se colocó otra placa en la que se informa que dicho complejo cultural es en honor al abuelo y la madre del coleccionista: Roberto Garza Sada y Márgara Garza Sada de Fernández, respectivamente.
En ese mismo edificio se exhiben piezas de arte popular que en su momento decoraron algunas de las oficinas-sedes del Mundial de Futbol 86 por deseo de magnate de la televisión Emilio Azcárraga Milmo. El visitante puede hacerse allí una selfie, en el mismo lugar, la escalera que fue portada de la revista Proceso, por una fotografía de la serie “Ricas y famosas” de Daniela Rosell que el entonces semanario título: Las nietas de la Revolución. También está allí la colección de monedas, sobresale la que emitió Pancho Villa con la leyenda “Muera Huerta”.
Un grupo escultórico de Francisco Zúñiga, cuatro juchitecas que caminan-platican salen, van al encuentro del visitante que pasa a la siguiente galería. Una obra que en su momento fue récord en una subasta neoyorkina, alcanzó 3.7 millones de dólares en 2006, se colocó en el patio a cuyos lados se distribuyen los edificios que conforman La Milarca. En los tres por visitar-mencionar se muestran varias colecciones de piezas en barro, arte popular, en la más pequeña, en realidad una torre, se exhibe solo una maravillosa cúpula árabe de las conocidas como media naranja y en el último inmueble hay pintura oaxaqueña moderna y contemporánea.
En esta última sala se exhiben las pinturas de Tamayo, Toledo, Sergio Hernández, Maximino Javier, Eddie Martínez y el Dr. Lakra. Sobresale el retrato a Mauricio Fernández Garza por este último artista no por ser excepcional, sino porque continua una tradición familiar hacia-por el arte oaxaqueño. En esta galería en particular resulta un tanto desafortunado el montaje de las obras, colocadas en nichos-displays protegidas por gruesos vidrios que en otros espacios se justifican dado las dimensiones pequeñas de muchas de las piezas, pero no en la galería de pintura. Sin embargo, el lugar representa la evolución del coleccionismo del gabinete y el estudiolo a lo galerístico-museístico que sigue vigente hasta nuestros días.
La salida del complejo cultural es por el jardín, se pasa por un espejo de agua en que se refleja un gran arco gótico que refuerza el carácter de fortaleza de la Edad Media que tiene La Milarca. Hay también una escultura de Tamayo que no está en ninguno de los libros sobre el artista. Ya casi al abandonar el lugar el autor de estas líneas se topó con el coleccionista y actual alcalde de Garza García: Mauricio Fernández Garza, lo acompañaba un discreto grupo de 5-7 personas, entre asistentes y guardaespaldas, el político saluda y continúa al auto que lo espera a unos metros.
¿Cómo describirlo? No es ya aquel que en los años 80 llegaba al Centro Cultural Plaza Fátima con uno de sus hijos en brazos, ahora es un hombre de la tercera edad, se ve fuerte a pesar de haber perdido algunas batallas políticas y emprender otras cada vez más frecuentes contra los achaques propios de la edad. El Tío Mau, lo llaman en la actualidad los jóvenes del municipio que lo eligió por cuarta ocasión como alcalde, para que los gobernara otra vez a pesar de las polémicas mediáticas que lo rodean, que protagoniza.
La definición de José Luis Cano de Gardoqui García, experto en el estudio del coleccionismo, sobre un estudiolo y su propietario parece que describe bien, mejor, certeramente a Mauricio Fernández Garza: “…es el refugio íntimo de los representantes de las familias patricias, para ellos ( aquí póngase la tercera persona del singular) el interés por la colección representa la perfecta síntesis humanista entre el amor por las antigüedades, a las bellas artes y a la vida reflexiva, y la figura del político y el hombre de empresa”.
En 2008 el coleccionista regiomontano publico la historia de la que fue su residencia particular-familiar en su ubicación original, obra del arquitecto Jorge González Lozoya, y donde además de lo ya antes mencionado albergaba también pinturas de Alejandro Colunga, Ismael Vargas y Rodolfo Morales. Milarca es un fósil, representa el eslabón entre el tiburón y la mantarraya que “vivió-nado” por el Noreste de México que hace 93 millones de años era un mar inmenso. Es también el nombre de una de sus hijas.
Antes en los 90 del siglo pasado el coleccionista mostró su faceta como artista en la Galería Ramis Barquet, exhibió una serie de cuados que ejemplifica su pasión por la geología, una faceta en la que incursionaron también los coleccionistas Alvar Carrillo Gil y Diego Sada. En 2012 se hizo una película sobre él: El Alcalde. En el film se aprecia La Milarca con sus colecciones cuando era su residencia familiar. En su apertura al público cuenta con el apoyo del Gobierno de Nuevo León.
Por último, en su nueva sede La Milarca, tras superar escollos políticos, vecinales y personales, continúa un linaje-tradición familiar que contribuye a enriquecer la vida cultural de la mayoría de los regiomontanos, de los norestenses, de los mexicanos. Y ya llego a su primer aniversario.