Ramón López Quiroga

López Quiroga nació en la ciudad de México en 1950 y el pasado 2 de junio murió tras una larga batalla contra el cáncer.

Créditos: Especial
Escrito en OPINIÓN el

El galerista, editor y coleccionista Ramón López Quiroga falleció el pasado 2 de junio tras una larga batalla contra el cáncer. Fue propietario de una de las galerías mexicanas más exquisitas, refinadas y prestigiadas que existen en la actualidad en la ciudad de México y en el país.

En ese espacio de Aristóteles 169 en Polanco se presentaron, bajo su dirección, sensibilidad y buen gusto, exposiciones que fueron históricas y verdaderos ejercicios sobre cómo se forma-hace una colección de arte, pero con la disponibilidad de una cartera que resguarde al menos cinco dígitos.

Un ejemplo, la exposición sobre arquitectura de hace un par de años, donde tenía disponibles desde un raro folleto de una empresa cementera hasta un maravilloso kodakcrome de Armando Salas Portugal sobre algunas de las icónicas obras de Luis Barragán. En esa misma muestra había una gran cantidad de autores con obra de calidad y accesible: Lázaro Blanco, Antonio Caballero y Guillermo Zamora, por citar solo tres.

En el impacto de la obra que se exhibía influía la presentación de la misma, es decir, siempre enmarcada con una elegante y delicada simplicidad que la elevaba-potenciaba al máximo. A lo anterior se agregaba la colocación en muro y la iluminación. Todo en función de un discurso curatorial que podía ser temático, arquitectura en el caso mencionado, o por una selección, individual o colectiva de técnicas y/o autores, pero siempre privilegiando el encuentro con el visitante-espectador.

López Quiroga nació en la ciudad de México en 1950, entre sus abuelos hay exiliados españoles, se inició en el medio del arte en el negocio paterno, un taller de enmarcado en la colonia Popotla en el que también se fabricaban los llamados espejos venecianos por entonces tan de moda. Siguió el ejemplo del padre e instaló su atelier en la colonia Cuauhtémoc, allí empezó con la venta de obra gráfica y original en papel, uno de sus primeros artistas de éxito fue el General Beteta. En ese barrio fue vecino de Octavio Paz, a quien dio muchas veces aventón cuando el poeta esperaba-buscaba un taxi que no aparecía-pasaba.

A fines de los años 70 del siglo pasado incursionó como galerista con la Galería Kim en San Ángel, allí exhibió textiles y cerámicas; toda una apuesta, ya que incluso hoy en día son objetos que no gozan de mucho aprecio entre el coleccionismo. Recientemente exhibió textiles de Trine Ellitsgaard. En 1980 funda la Galería López Quiroga, que tuvo su primera sede por Masarik, de donde finalmente se mudó al sitio actual en el mismo barrio, a un espacio remodelado por Fernando González Gortázar, pero conservando el logo de Vicente Rojo. Conservó siempre el taller de enmarcado.

La Galería López Quiroga se caracterizó por una selección de autores las más de las veces consagrados, como Francisco Toledo, Manuel Felguérez y Vicente Rojo, que alternaban con la generación que les sigue, nombres como Miguel Castro Leñero, Irma Palacios y Rodolfo Sanabria. Entre los autores contemporáneos que pasaron por sus instalaciones me permito destacar a Valerio Gámez, Héctor M. Flores y Karla Verea, antes de Lake-Verea. En los últimos años se dio un gran impulso a la fotografía con autores ya consolidados como Paolo Gasparini, Graciela Iturbide, Yolanda Andrade y Juan Rodrigo Llaguno.

Importante es también la labor editorial realizada por Ramón López Quiroga con títulos como “Toledo. Lo que el viento a Juárez” con un texto de Carlos Monsiváis, así como su colaboración en la magna obra realizada por Fomento Cultural Banamex al oaxaqueño. Los libros a Antonio Caballero, a quien el galerista puso en primera línea en el circuito del arte, y “Tamayo. Pequeño formato”, además de los numerosos catálogos y folletos que acompañaron la mayoría de las muestras realizadas en su galería.

Hay que mencionar también los libros ilustrados por artistas en su momento representados por la galería y en la que participan poetas como Coral Bracho, Alberto Blanco y Francisco Serrano, por decir algunos. No es propiamente un libro, o sí, pero no tradicional, el que registra la última exposición en vida de Miguel Cervantes con un texto excepcional de Osvaldo Sánchez. Es importante destacar también los libros de artista sobre Paolo Gasparini, Graciela Iturbide y Héctor García, entre otros autores, verdaderas joyas bibliográficas, en tirajes limitados.

Resulta difícil encontrar-citar un museo, incluso en el extranjero, que no se haya visto beneficiado por préstamos de los fondos de su galería u obras de sus colecciones personales, de estas últimas la Casa del Lago de la UNAM exhibió en 2015 una selección de su colección de fotografía mexicana, sin duda una de las más importantes en manos de un particular en México. Las que se conocían hasta entonces son de instituciones tanto gubernamentales como de empresas privadas.

Una trayectoria en las artes que abarca más de medio siglo es imposible sin desencuentros y Ramón López Quiroga los tuvo, los enfrentó y convirtió en experiencias de profesión, de vida. Él mismo contó uno de esos momentos a Angélica Abelleira para “Se busca un alma”. Ahora se menciona otro aspecto, la conversión del taller de enmarcado en studio; es decir, para no poner a los empleados en la calle, empezaron a hacer esculturas en madera, de operarios pasaron a asistentes de artistas como Miguel Castro Leñero y Vicente Rojo.

En la larga batalla final por la vida, que duró casi un lustro, no dejó de acudir a la galería, salvo las últimas semanas, y atender los asuntos de la misma, de hacer planes sobre futuras exposiciones, comentar las ganas de visitar muestras como la de gráfica mexicana en el Met, la desafortunada museografía de la misma y la importancia de su exhibición en tan emblemático lugar y desde luego había espacio-tiempo para lo que se exhibía-presentaba por los museos locales. Las más de las veces disfrutando un café en la galería y las últimas ocasiones por el WhatsApp.

Ya no habrá más diálogo sobre la gran exposición-homenaje a Francisco Toledo, la esperada y necesaria primera individual a María Santibáñez y / o en torno a lo que ocurre en el medio, libros incluidos, el llamado de Dios así lo dispuso. QEPD Ramón López Quiroga.