Estados Unidos.- La actriz Sophie Nyweide, reconocida por sus papeles en películas como Mamut y Noé, falleció el pasado 14 de abril en Manchester, Vermont, a los 24 años.
La noticia fue confirmada por su familia a través de un emotivo obituario en línea, donde se recordó su talento, su sensibilidad y también las dificultades que enfrentó a lo largo de su corta vida.
Una carrera prometedora desde la infancia
Sophie nació el 8 de julio del 2000 en Burlington, Vermont. Desde pequeña mostró un talento natural para la actuación, debutando a los seis años en la película Bella (2006), ganadora del Premio del Público en el Festival Internacional de Cine de Toronto.
Sucarrera despegó rápidamente y, al año siguiente, participó en la serie La Ley y el Orden.
A lo largo de su carrera, actuó en cintas como And Then Came Love, Margot at the Wedding, New York City Serenade y Mamut (2009), donde interpretó a la hija de los personajes de Gael García Bernal y Michelle Williams.
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También tuvo roles destacados en An Invisible Sign (2010) junto a Jessica Alba, y en Noé (2014), con Russell Crowe y Jennifer Connelly.
Arte, dolor y una lucha silenciosa
Además de actuar, Sophie era una apasionada de la escritura y el dibujo. Según el obituario, muchas de sus obras reflejan el dolor emocional que vivía.
"Sophie era una chica amable y confiada… Muchos de sus escritos son hojas de ruta de sus luchas y traumas", escribió su familia.
Aunque no se ha revelado una causa oficial de muerte, el comunicado sugiere que Sophie enfrentaba traumas emocionales y se automedicaba como mecanismo para lidiar con ellos.
La familia también señaló que la joven rechazó terapias que podrían haberla ayudado. Esta automedicación habría contribuido a su fallecimiento.
Una vida que deja un mensaje
“Sophie. Una vida terminó demasiado pronto. Que no sea en vano”, concluye el obituario.
Su familia pidió que, en lugar de flores o regalos, se hagan donaciones a la organización RAINN (Red Nacional contra la Violación, el Abuso e Incesto), en honor a su memoria.
La historia de Sophie Nyweide no solo deja un legado artístico, sino también un llamado a visibilizar la importancia de la salud mental y la necesidad de apoyo para los jóvenes que enfrentan traumas invisibles.