España.- "Señores del fútbol, soy un niño de 11 años que quiere jugar", escribió Souleymane, un menor que entrena todos los días en un humilde club de Tenerife, España y no comprende por qué la FIFA le niega la ficha que necesita para jugar.
Por eso, ha escrito una carta a quienes dirigen el fútbol mundial y deben dar el visto bueno a su situación y la de miles de niños que llegan a un país solos o con sus padres, en busca de una mejor oportunidad en la vida.
El niño explica en el escrito que cada semana pregunta si puede jugar, que no comprende por qué le toca siempre a él quedarse en la grada mientras sus amigos compiten... y les confiesa lo que piensa.
"La única diferencia que veo entre ellos y yo es que soy negro y he nacido en África", reprocha este niño al organismo que desde hace años ha tomado como divisa en todas las lenguas "Say no to racism!".
Souleymane es de Mali, llegó hace dos años en patera a Canarias, solo, sin ningún pariente adulto. El nombre con el que aparece en el reportaje no es real, porque su familia de acogida prefiere mantenerlo en el anonimato, pero su carta es real, tanto como la situación que padece y comparten decenas de niños africanos en Europa.
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Elena Cotarelo, su madre de acogida, no se resigna a que el niño se consuma de tristeza y menos aún a que prenda en él la semilla de la desconfianza hacia las instituciones. La historia viene de lejos y se debe a una reglamentación de FIFA.
Se trata de proteger la infancia: buscaba cortar de raíz el ansia de muchos clubes profesionales, europeos en particular, por fichar barato promesas infantiles de América Latina, África o Asia en busca de un nuevo Messi, lo cual había derivado en un nada ético comercio de niños.
Esa norma nunca pensó en los clubes aficionados, que no buscan el negocio, sino solo en hacer cantera y servir de pegamento social en sus pueblos, pero impacta de lleno sobre ellos en comunidades autónomas con muchos niños inmigrantes como Canarias, Andalucía o Cataluña; y la realidad es que ninguno tiene capacidad para batallar contra las federaciones.
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El pasado 8 de noviembre, la FIFA anunció un cambio en el Reglamento sobre el Estatuto y la Transferencia de Jugadores que parecía atender la petición que le llegaba desde España: La excepción "humanitaria", que ya se había habilitado para los refugiados, se extendía a aquellos niños que "han sido reconocidos como vulnerables y requieren la protección del Estado".
Souleymane lo cuenta en su carta: "Durante mucho tiempo he estado preguntando cada semana si iba a poder jugar el siguiente partido. Hubo un momento en el que pensaba que sí iba a poder jugar, eso fue cuando mi madre entregó todos los papeles que pedía la federación. Me hice ilusiones, pero al final me dijo la FIFA que no".
Mientras, sigue entrenando con su club en La Laguna y practica sin parar con el balón en la terraza de casa. Su madre canaria no sabe cuánto más podrá aguantar antes de rendirse, porque toda espera para un niño es un mundo. "Me siento triste, a veces siento rabia y a veces me enfado con la FIFA", dice en su carta.