Madrid.- Liberado de la jaula económica que le impedía aportar todo su fútbol al Barcelona, Dani Olmo sacó todo su repertorio en Vallecas para liderar la remontada, la segunda en tres jornadas de un líder que no levanta el pie del acelerador, y que castigó la asfixia del Rayo (1-2) con una gran segunda mitad al ritmo de su nueva estrella.
El debut soñado, el mejor reencuentro con la que fue su camiseta y con el escudo con el que deseaba triunfar. Dani Olmo regresa al fútbol español siendo un referente. Así lo demostró en el Estadio de Vallecas, donde salió al rescate de un Barcelona desconocido en el primer acto y exuberante en el segundo para extender un arranque inmaculado en cuanto a resultados. Los primeros pasos firmes en números de un nuevo proyecto.
Desplomada de un plumazo por un inicio de dudas la mejoría del Barcelona de Hansi Flick, superado en la intensidad por el rival, alejándose de la identidad que el técnico había aportado con sus primeros trazos en los dos primeros encuentros, las ideas claras del Rayo Vallecano generaron duda por primera vez.
Tres temporadas sin ganar en Vallecas no eran fruto de la casualidad y la noche se presentaba igual de incómoda que las últimas para el Barça. El Rayo mordía con las novedades ofensivas de Íñigo Pérez, con piernas frescas Isi, Álvaro García y Camello. Su movilidad por la zona central, dejando las bandas a las incorporaciones de De Frutos y Pacha Espino, fueron claves en el arranque.
El ambiente siempre especial en Vallecas, con el orgullo de la grada, respirándose en el ambiente donde se palpa la ilusión por la última adquisición, el colombiano James Rodríguez. En el palco aún el colombiano. En el banquillo Dani Olmo, que tuvo ante sí la oportunidad de convertirse en salvador el día de su esperado estreno.
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La amenaza fue rayista en el primer acto por ambición. Atacó el costado del joven Gerard Martín, novedad en la izquierda por unas molestias de Balde, Isi y Álvaro, indetectables entre líneas. El primer aviso fue de Álvaro con un disparo raso para concluir un saque de esquina de pizarra. El segundo de Isi, cruzado. Al tercero no hubo perdón.
El castigo a un mal repliegue, con la banda libre para De Frutos y el servicio a la llegada desde atrás de Unai López con potencia y precisión en el golpeo. Imposible para Ter Stegen. La historia de Mestalla se repetía para el Barcelona, de nuevo por detrás en el marcador lejos de casa. Es cuando la dimensión de Lamine Yamal se hace patente. Junto a Raphinha, en acciones individuales de alta calidad, buscaron un cambio de rumbo.
Demandaba de más referentes, sin encontrar la forma de meter en el partido a Ferran ni Lewandowski, con la dificultad de Pedri de entrar en contacto con el balón para calmar a las 'fieras' rayistas. Más eléctrico el Rayo, mordiendo en la presión con un desgaste físico que le pasaría factura en la segunda mitad. Con dos llegadas del Pacha y Álvaro perdonando un error de Ter Stegen con los pies, se inició su ocaso.
No había sido suficiente un cabezazo blando de Íñigo Martínez ni un zurdazo centrado de Yamal, a quien los rivales ya conocen el recorte eléctrico hacia dentro, pero son incapaces de ponerle freno. Los primeros indicios de la reacción desde lo individual pasaron a ser del colectivo en la reanudación.
La entrada en escena de Dani Olmo fue clave. Revolucionó al Barcelona sacando todo su fútbol con la rabia contenida de haberse visto fuera dos partidos por temas extradeportivos. A los 20 segundos pidió penalti, derribado en área rival por un toque de Lejuene abajo. Omnipresente, conectó con Lamine, lanzó paredes a Pedri. Se conocen bien de la selección. No necesita un periodo de adaptación. Listo también para responder a la gran exigencia del club.
El Rayo dio un paso atrás. Por miedo primero, por agotamiento después. Y lo que ocurrió fue un cuento del que cualquiera de los presentes en el estadio sabía el final. Se sintió ya desde un disparo de falta de Raphinha y un remate cruzado de Lewandowski. Los de Flick habían pasado de no encontrar la forma de generar peligro a provocarlo cada minuto.
Sobrado de confianza, Olmo estrellaba en el travesaño un latigazo lejano de diestra con un gran golpeo. El Rayo no encontraba respuestas, se le acababan las fuerzas y sus jugadores comenzaban a caer en la batalla. El Barcelona ganaba confianza, se sentía superior y ya nada le pondría freno. A la hora de partido, Pedri conducía un ataque, se asociaba con Raphinha y tenía tiempo para controlar antes de pensar donde definía de zurda el empate.
Restaba media hora de empuje azulgrana y achiques rayistas. Construir juego ya fue un imposible para los de Íñigo Pérez, ni con los numerosos cambios. Lewandowski extendía su racha goleadora, pero desde el VAR anulaban su gol por falta previa de Koundé en un pisotón a Chavarría, y la gloria estaba reservada para Dani Olmo, que a los 82 minutos, con un zurdazo tras jugada de Yamal, premió la convicción del Barça.