Monterrey.- El futbol también se hereda. En el Mundial Sub-20 Chile 2025, varios apellidos históricos reaparecen en escena, ahora portados por una nueva generación de jugadores que buscan dejar su propia huella. Entre ellos, los mexicanos Gilberto Mora y Tahiel Jiménez destacan como representantes de una generación que mantiene viva la conexión entre familia y balón.
Gilberto Mora, mediocampista del Tri Sub-20, ha sido una de las figuras más sobresalientes del torneo. Hijo de Gilberto Mora Olayo, exjugador de Jaguares de Chiapas, el joven futbolista ha sido determinante en la clasificación de México a las Semifinales, con tres goles y una asistencia. Su inteligencia para moverse entre líneas, su madurez con el balón y su capacidad para aparecer en los momentos clave lo han convertido en referente del equipo dirigido por Adrián Sánchez.
A su lado aparece Tahiel Jiménez, hijo del recordado Walter “Lorito” Jiménez, quien dejó huella en el futbol mexicano con clubes como Jaguares, Santos y Puebla. Tahiel aporta desequilibrio en el ataque y una energía que contagia al resto del grupo. Su estilo ofensivo y carácter competitivo evocan a su padre, pero con un sello propio que busca consolidarse en esta etapa de crecimiento.
Más allá de los representantes mexicanos, el Mundial Sub-20 también reúne a otros herederos de grandes figuras del balompié internacional. Kristian Shevchenko, hijo del legendario Andriy Shevchenko, participó con Ucrania, que fue eliminada por España en los Octavos de Final. El delantero, formado en el Chelsea, dejó buenas impresiones con su movilidad y potencia dentro del área.
Desde Francia aparece Elyaz Zidane, hijo del mítico Zinedine Zidane, defensor del Real Madrid Castilla, quien forma parte de la selección gala. Su estilo elegante y lectura de juego reflejan el ADN competitivo que caracteriza a su apellido.
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La lista la completan Karlo Kurányi (Panamá), hijo de Kevin Kurányi; Emilio Aristizábal (Colombia), hijo de Víctor Hugo Aristizábal; y Lucas Guiñazú (Paraguay), hijo de Pablo Horacio Guiñazú.
El Mundial Sub-20 se ha convertido en un escenario donde el futbol también cuenta historias de familia. Entre legados y nuevas promesas, esta generación confirma que el talento puede heredarse, pero el brillo se gana a base de esfuerzo, carácter y amor por el juego.