San Nicolás.- Era marzo de 2020, y aunque el balón aún rodaba, el mundo ya estaba cambiando. La pandemia acechaba, y en la Jornada 10 del Clausura 2020, el futuro del futbol mexicano pendía de un hilo. Se hablaba de partidos a puerta cerrada, de suspensiones, pero nada era definitivo. Tigres y Juárez saltaban a la cancha sin saber que ese sería el último partido antes del encierro.
Mientras la Liga MX debatía qué hacer, Tigres tomó la decisión antes que nadie: el partido sería sin afición. El Volcán, acostumbrado a la euforia, lucía desolado. Aficionados de Juárez, que habían viajado desde Chihuahua con la ilusión de alentar a su equipo, tuvieron que conformarse con verlo a la distancia, sin poder hacerse escuchar.
A los 27 minutos, Darío Lezcano rompió el silencio. Con un autopase, el delantero dejó atrás a Nahuel Guzmán y mandó el balón al fondo de las redes. Solo se escucharon los gritos de sus compañeros, un festejo apagado en un estadio mudo.
El empate llegó con polémica. El arquero Edmundo Vázquez intentó a una mano sacar el balón, pero Luis Quiñones estuvo atento y aprovechó el error. La cédula arbitral lo registró como autogol del guardameta. A partir de ahí, Tigres tomó el control. Gignac, con su olfato goleador, marcó al 57’, y Edu Vargas sentenció al 75’.
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Ese partido, que parecía solo un duelo más, terminó siendo el último antes del encierro. El Clausura 2020 nunca volvió, y con él, se apagaron los cánticos, los abrazos y la pasión en las gradas. El fútbol volvería meses después, pero aquel torneo, como muchas cosas en el mundo, quedaría inconcluso.