San Nicolás.- Hay noches en el Estadio Universitario que se quedan tatuadas en la memoria. Una de ellas llegó en el Verano 2001, cuando Tigres le pasó por encima al Atlas con un 3-0 redondo que hizo vibrar al "Volcán" y reafirmó la mística de casa. Bajo un ambiente encendido y tribunas a reventar, los felinos jugaron con determinación, intensidad y esa convicción que transforma cada pelota dividida en una ovación.
Desde el arranque, Tigres impuso condiciones: presión alta, posesión paciente y estocadas por los costados. El plan encontró recompensa con tres nombres que todavía despiertan sonrisas entre la afición: Mauricio Gallaga, Jorge Santillana y Eduardo Lillingston. El primero abrió el camino con una definición a la medida del momento; el segundo amplió la ventaja tras una jugada que nació del empuje colectivo; y el tercero rubricó la superioridad con el tanto que bajó la cortina y soltó el rugido final.
Cada gol fue celebrado con fuerza, como si el estadio entero se alineara con el equipo en cada movimiento. El ritmo del partido, la entrega de los jugadores y la energía de las gradas construyeron una atmósfera que convirtió esa noche en algo más que un resultado: fue una experiencia compartida, una afirmación de identidad.
Más allá del marcador, aquella noche condensó una idea que el Universitario ha repetido por décadas: cuando Tigres se conecta con su gente, el estadio se vuelve un territorio emocionalmente imposible de ocupar para el visitante. El equipo encontró equilibrio entre oficio y ambición; los jugadores se multiplicaron en las coberturas, y cada recuperación se convirtió en impulso para atacar de nuevo. La sincronía entre afición y futbolistas fue total.
Con el paso del tiempo, ese 3-0 quedó como una postal de identidad. No fue solo un triunfo cómodo; fue una declaración de pertenencia: aquí, en el "Volcán", Tigres se siente gigante. Y cada vez que Atlas regresa al Universitario, la memoria colectiva vuelve a esa tarde de 2001, cuando Gallaga, Santillana y Lillingston encendieron el recuerdo y dejaron claro que hay victorias que no envejecen: se heredan, se cuentan, y se celebran como parte de la historia del club.