Monterrey. - En el bullicioso centro de Monterrey se esconde un rincón que atrae a cientos de curiosos porque tiene todo un muestrario de la narcocultura, qué especialistas consideran una moda derivada del consumo nacida de la música, películas y series de televisión.
Es la Plaza Garibaldi, donde se exhiben productos que van desde ropa y lentes hasta peluches, también se encuentran objetos inusuales que hacen referencia al mundo del crimen organizado.
Y aunque no es el único sitio, porque el Mercado Fundadores y el Mercado Juárez también ofertan estos productos, se concentran en este centro comercial ubicado en el cuadrante de las calles 5 y 15 de Mayo, José Garibaldi y Colegio Civil.
La plaza inicia su trajín desde las 10:00 horas y está rodeada de cientos de puesteros que invaden banquetas y la misma calle. Quizá por eso la presencia de los objetos de la narcocultura casi pasa desapercibida entre tanta mercancía.
En uno de estos puestos destaca la figura de Jesús Malverde, conocido como el protector o el santo de los narcos. El vendedor explica que no es reconocido por la Iglesia católica, pero es venerado en diferentes lugares de México, especialmente en Sinaloa, estado que lo vio nacer y donde el bandido es muy venerado, así como su capilla, ubicada en Culiacán.
Sus fieles lo ven como un símbolo de protección y ayuda en situaciones difíciles y en este mercado se ofrece la estatua en 150 pesos. O si el cliente prefiere, por el mismo precio, una de la Santa Muerte o Niña Blanca.
Al respecto, Félix López, sociólogo y catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras de la UANL, destaca los nexos de identificación de estas figuras con muchos mexicanos.
“El hecho de que las personas se creen sus propios santos establece esos nexos de identificación de relación. Jesús Malverde, en realidad una figura santificada de esta manera, que empieza a tener una autoridad aquí (en Monterrey) porque es más su arraigo en el noroeste”, dijo López.
Explicó que en el sector trabajador tienen más arraigo esos personajes porque se les ve como una esperanza, con un sentido aspiracional.
“Tiene más impacto entre quienes conviven en este sector del centro de la ciudad, trabajadores que buscan la imagen de alguien que salió de la pobreza, porque esa es la imagen, digamos generalizada, del narcotraficante, de alguien que sale de la pobreza y tras dar un salto radical, cambia totalmente y empieza a adquirir lujos”, dijo el catedrático universitario.