Monterrey. - La Capilla Alfonsina Biblioteca Universitaria representa un patrimonio cultural como custodio de una parte del valioso acervo del escritor Alfonso Reyes, el Regiomontano Universal, convirtiendo al recinto en “templo del saber”, como lo describía su amigo, el español Enrique Díez-Canedo.
El Fondo Alfonso Reyes es el corazón de la Capilla Alfonsina con los libros y publicaciones que a lo largo de su vida reuniera, en las que se encuentran joyas bibliográficas como el Libro del arte de la guerra de Maquiavelo, impreso en Florencia en 1529.
También posee en sus diferentes salas volúmenes de todas las áreas del conocimiento que sirven de apoyo a los estudiantes universitarios en sus programas académicos y a los investigadores en el desarrollo de sus trabajos.
Esta función doble de docencia e investigación fue resultado de la convergencia de dos proyectos distintos en su origen que, al paso del tiempo, coincidieron y unificaron.
Uno fue la inclusión de una biblioteca central en el proyecto de conjunto final de Ciudad Universitaria de 1957, a erigirse en la explanada, al lado sur de Rectoría, y el otro, las gestiones realizadas, a raíz de la muerte de Alfonso Reyes, en diciembre de 1959, a fin de lograr que su acervo bibliográfico de la Capilla Alfonsina en la Ciudad de México, fuera trasladado a Monterrey y quedara bajo la responsabilidad de la Universidad de Nuevo León.
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El traslado de la Capilla Alfonsina a Monterrey causó polémica, críticas y rechazo por parte de escritores, intelectuales y periodistas no solo de la capital, sino del país. Al margen de sus argumentos, olvidaban un detalle que no era menor.
Monterrey, más que ninguna otra ciudad, tenía el derecho moral de conservar, mantener y poner en servicio al público la Capilla Alfonsina, no sólo por el lanzo natal del fallecido escritor, sino porque se preocupó en ayudar económicamente a la familia Reyes al sostenimiento de la biblioteca.
En efecto, mediante la asociación civil que se denominó Biblioteca Alfonso Reyes, A. C., personajes como Manuel L. Barragán, Raúl Rangel Frías y Carlos I. Guajardo obtuvieron aportaciones de gobierno del estado, municipio, Patronato Universitario, Fundidora y otras instancias.
“No dejemos que un tesoro de esta naturaleza se pierda o simplemente muera entre polvo e indiferencia”, dijo Rangel Frías. Por esa razón, las gestiones para el traslado de los libros de la casa de la avenida Benjamín Hill No. 122 de la colonia Condesa en el Distrito Federal contó con el conocimiento y beneplácito de los familiares de Reyes, incluida su nieta, Alicia Reyes.
Mientras tanto, la construcción del edificio de la biblioteca central se llevó adelante a partir de 1974 con el apoyo de la Secretaria de Obras Públicas (SOP) y la Comisión Tripartita que integraba el Patronato Universitario, gobierno del estado y Rectoría; añadiéndose al proyecto definitivo el Centro Regional de Informática. A inicios de 1978, se contempló alojar en la biblioteca central la Capilla Alfonsina.
“La Universidad Autónoma de Nuevo León será el mejor guardián de esta parte de la herencia de don Alfonso Reyes y el más eficaz prestador del servicio cultural a que se han destinado los libros de que se trata”, señaló el presidente José López Portillo en el decreto publicado en el Diario Oficial de la Federación el 14 de enero de 1980.
Con el acervo de Alfonso Reyes y los fondos bibliográficos de la Biblioteca Alfonso Reyes, que estaba ubicada en el sótano de la Plaza de la República, se inauguró la Capilla Alfonsina Biblioteca Universitaria el 13 de noviembre de 1980 por el presidente López Portillo y el Rector Alfredo Piñeyro López.
A partir de enero de 1981, comenzó a brindar sus servicios a la comunidad estudiantil y a incrementar sus acervos con las bibliotecas de Abelardo A. Leal en 1982, Fernando Díaz Ramírez en 1984, Ricardo Covarrubias, Pero Reyes Velázquez y Carlos Pérez Maldonado.
Más recientemente se ha enriquecido con los acervos bibliográficos de Minerva Margarita Villarreal y José Javier Villarreal, Luis Eugenio Todd Pérez y Eduardo Zambrano.