Monterrey. - Desde hace 15 años, Zihuakali se dedica a defender los derechos de las mujeres y niñas migrantes indígenas y afromexicanas asentadas en la entidad, que se encuentran en situación de violencia de género.
Elvira Maya Cruz, fundadora de la Casa de Las Mujeres Indígenas, contó que fue en el año 2009 que un grupo de mujeres de diferentes etnias, sobrevivientes a violencia, decidieron unirse para dar atención a las problemáticas de las indígenas migrantes y por buscar nuevas formas de relacionarse con ellas mismas y su entorno.
“Es así como nace la casa de la mujer indígena, en el grupo que éramos 25, el universo nos unió, cada quién éramos sobrevivientes de algún tipo de violencia y había jóvenes, estudiantes, amas de casa, era un grupo diverso y de diferentes lenguas, pero fue largo el proceso y fue hasta el año 2010 que se hizo la inauguración de la casa”, platicó Maya Cruz, integrante de la comunidad Náhuatl.
Esta casa situada sobre la calle Julián Villagrán, justo frente a la Alameda Mariano Escobedo, año con año es testigo de historias que se cuentan en náhuatl, huasteco, zapoteco y otomí, que buscan un refugio para salir adelante.
Desde asesoría psicológica, jurídica, traductor de lengua, lenguaje de señas, acompañamiento emocional, talleres de emprendimiento y atención a personas con discapacidad, han logrado dar atención a más de 2 mil casos por año, de acuerdo Isabel Muñoz, presidenta de Zihuakali.
“Nosotros tratamos de sistematizar nuestros casos y de reflejar que, si hay una necesidad de dar un servicio con enfoque intercultural y lo solicitamos no solo para las mujeres indígenas y afromexicanas, sino también para nuestras hermanas que tienen una discapacidad auditiva o una discapacidad mayor y a nuestras hermanas trans y por ello es importante tener estos servicios especiales”, puntualizó.
Consolidarse como una fuerte asociación a favor de las mujeres indígenas no ha sido tarea fácil, pero a lo largo de los años han logrado crear redes de apoyo institucionales con distintas organizaciones gubernamentales y no gubernamentales, incidiendo en políticas públicas para creación de programas para las comunidades indígenas migrantes en el Estado.
Luz, promotora comunitaria, explicó que, tras haber sufrido violencia, vio la necesidad de que las mujeres indígenas puedan contar con organizaciones que las apoyen, sobre todo cuando vienen de comunidades lejanas, como ella que pertenece a un poblado de Xilitla en San Luis Potosí, además de hablar Náhuatl.
“Yo llegué aquí en el 2018 como usuaria pidiendo, pues ayuda por violencia, para apoyo para mis hijos para una terapia psicológica y asesoría legal y desde el 2019 empecé como promotora, acompañando a las mujeres que necesitan a una intérprete traductor en la Fiscalía y dándoles talleres de autocuidado y emprendimiento”, indicó.
El nombre de Zihuakali es una palabra compuesta en náhuatl que significa, Zihua: mujer y Kali: Casa, dando pie al nombre “Casa de Las Mujeres Indígenas”, que busca que aquellas mujeres con carencias sociales pueden acceder a programas como Hambre Cero, Impulso a Cuidadoras, Jefas de Familias, Personas con Discapacidad, así como a la oferta de servicios de los Centros Comunitarios y de las Organizaciones de la Sociedad Civil.