Monterrey.- Desde hace décadas, los juguetes poseen un papel importante en el desarrollo de los niños, y a través de ellos, los adultos de hoy en día crearon sus mejores recuerdos.
En el mundo tradicional, uno de los más conocidos es el camioncito, un juguete que tiene mucha historia y que su evolución orientó a la creación de los carritos o camiones de colección con un diseño más moderno, pero en el pasado solo se necesitó un chasis con ruedas y la imaginación para pasar horas de diversión.
El yo-yo se caracteriza por poner a prueba la destreza y habilidad de los pequeños, incluso de la gente grande, sobre todo porque premia la paciencia y la práctica, pues no es un juguete fácil de dominar.
Otro que requiere tiempo para aprender a usarlo es el balero, un juguete muy popular que es utilizado más allá del entretenimiento, pues funciona como un buen instrumento para la coordinación.
El trompo también forma parte de este grupo de juegos de habilidad, hacerlo “bailar” se convierte en un reto manual que no sale al primer intento, y más aún cuando se trata de hacer trucos con él.
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Este juguete es una de las mayores muestras de competencia sana entre los amigos.
La simpleza de un juguete esférico como la pelota atrae lo suficiente para crear los partidos de fútbol más intensos de la colonia, o quizá un medio para jugar a los quemados o hacer partidas de voleibol. Con la pelota, las posibilidades son infinitas.
Pero su versión en miniatura, es decir, las canicas, lleva el sentido competitivo a un nivel diferente, en el que los niños se retaban entre sí apostando parte de su colección en juegos de precisión para hacerla aún más grande.
Aunque sin duda, el mayor símbolo de juguetes mexicanos son los luchadores de plástico que caracterizaban a las estrellas del ring más importantes de la época, y con los cuales se podían recrear las batallas épicas vistas en televisión o en las arenas de lucha libre.