García.- Además de su faceta política y empresarial, Mauricio Fernández dedicó una parte importante de su vida a la preservación del arte, la historia y la cultura, donde su pasión lo hizo dueño de una colección de arte, fósiles y numismática, única en México y Latinoamérica.
Y es que, a lo largo de sus 75 años de vida, Fernández Garza logró reunir y compartir con el mundo una de las colecciones privadas de arte y patrimonio más importantes.
En su trayectoria presidió instituciones culturales, como el patronato del Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca, el Club Sembradores de Amistad de Monterrey, la Sociedad Numismática de Monterrey y el Comité Técnico para la Preservación y Conservación del casco histórico de García.
En García, Fernández Garza dejó una huella significativa a través de diversos proyectos culturales, no sólo en el municipio de San Pedro Garza García donde gobernaba, sino que amplió la oferta cultural en otras partes de Nuevo León.
Entre estas sedes fundó el Museo del Ojo y el Museo de Arte Popular La Casa Rosa, dos espacios dedicados a la conservación del arte popular y objetos históricos.
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También impulsó el taller Artesanarte, enfocado en rescatar las técnicas artesanales mexicanas tradicionales. En mayo de 2024, se inauguró en el Parque Rufino Tamayo de San Pedro Garza García el Museo La Milarca, una réplica de su casa familiar, la cual alberga una parte considerable de su colección privada, incluyendo fósiles y piezas clave para la historia de Nuevo León.
Cabe señalar que, con esta inauguración, los acervos de los museos Museo del Ojo y La Casa Rosa fueron trasladados a este nuevo recinto.
Además, Fernández Garza promovió el proyecto de esculturas urbanas en la ciudad de Monterrey, consolidando aún más su compromiso con el arte en el espacio público.
El “Tío Mau” también fue benefactor del Museo Franz Mayer, además de impulsar esculturas urbanas en Monterrey como “La Lagartera”, de Francisco Toledo, a un costado del Museo de Historia Mexicana.
Esto no se limitó a México, puesto que, en 2019, descubrió que un artesonado mudéjar del siglo XVI de su residencia provenía de Almagro, España, hallazgo que lo impulsó a financiar la restauración del Palacio de los Marqueses de Torremejía, edificio histórico del siglo XVI que había sido convento y escuela-hogar.
Gracias a su apoyo, el palacio recuperó su patio renacentista, murales del siglo XIX y decoraciones con papeles de arroz orientales.