Redes tóxicas: Enemigas de la salud mental y el bienestar

Además de ser altamente demandantes en tiempo, las redes sociales se han convertido en una amenaza para nuestra estabilidad emocional. y no sólo eso, también son una ventana abierta en la que exponemos nuestra vida, aumentando los riesgos de privacidad e incluso de seguridad. ¿Es momento de actuar?

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En la era de la hiperconexión, la salud ya no se limita al cuerpo ni a la alimentación. El bienestar mental se ha vuelto un componente esencial, especialmente ante el uso excesivo de las redes sociales, que pueden afectar de forma silenciosa pero profunda.

Al demandar tanta atención y ocupar una parte tan importante de nuestra vida cotidiana, aplicaciones como Instagram o Facebook pueden detonar ansiedad e incluso cuadros de depresión, advierten los especialistas.

Esto, de hecho, no es una novedad. Poco a poco la necesidad de combatir la dependencia a las redes es una idea que cobra más y más fuerza. 

¿Pero cómo resistirse a la tentación constante de subir una foto desde el restaurante de moda, presumir la rutina de ejercicio —ubicación incluida— o compartir cualquier momento de la vida cotidiana?

El problema va más allá de la obsesión por estar conectados y todo lo que esto conlleva en presiones para nuestra mente. La continua actividad en línea abre ventanas que cualquiera podría aprovechar para robarnos nuestra de por sí vulnerada tranquilidad. 

Eso que nos brinda una sensación de adrenalina, de autosatisfacción o simple placer egocéntrico, es también un mapa de nuestras actividades diarias; una afrenta a nuestra privacidad y un aumento de los riesgos personales. 

En los niños, el tema es todavía más delicado. Muchos padres comparten en redes sociales dónde entrenan sus hijos, en qué escuela estudian o qué actividades realizan, creando así una huella digital con consecuencias difíciles de calcular o medir.

Pero quizá el riesgo más dañino es el de la salud y el bienestar mental, tan necesario en estos días ajetreados e intensos.
Pasar horas frente a las pantalla genera fatiga visual, pero estar sometidos al escrutinio de los demás puede ser aún más desgastante. 

Cada “me gusta” que no llega, cada comentario negativo, cada crítica velada, alimenta las inseguridades. 

El ciberbullying no es un concepto lejano: es un fenómeno real que se multiplica a diario y que puede tener efectos devastadores. 
Un estudio de la Universidad de Swansea, en Reino Unido, lo confirma: los menores de 25 años que han sufrido acoso en redes sociales tienen más del doble de probabilidades de autolesionarse o desarrollar conductas suicidas.

El costo de la exposición excesiva va más allá de lo emocional. También impacta en la forma en la que nos percibimos y en la manera en la que construimos nuestra autoestima. La validación externa, convertida en el alimento diario, pueden derivar en ansiedad, depresión y problemas de sueño. El bienestar, entonces, ya no depende de cómo nos sentimos, sino de lo que otros opinan de nosotros.

Pero hay un camino distinto. Compartir menos no significa desaparecer, sino recuperar el control. Seleccionar qué mostrar y qué reservar para el ámbito personal puede convertirse en una poderosa herramienta de autocuidado. Las propias plataformas lo saben, y hoy permiten filtrar comentarios, restringir interacciones o limitar la visibilidad de las publicaciones. Lejos de ser una señal de debilidad, aprovechar estas funciones es un acto consciente de protección.

El terreno de la salud es otro espacio sensible. Publicar diagnósticos médicos, tratamientos o experiencias personales también abre la puerta a la estigmatización y a interpretaciones equivocadas. En el mundo digital, la línea entre informar y exponerse es delgada.

Lo que compartes hoy puede permanecer disponible durante años, incluso cuando hayas superado la enfermedad o quieras dar vuelta a la página.

La necesidad es clara: cuidar lo que compartimos es tan importante como cuidar lo que comemos o el ejercicio que hacemos.

Desconectarse a tiempo o, al menos, elegir con mayor cuidado la información que ponemos al alcance de los demás es una forma moderna de proteger nuestra salud integral: física, mental y financiera.

En un entorno donde todo invita a la inmediatez, la verdadera libertad está en elegir qué tanto de ti quieres verter en el escaparate digital.


Evita:

  • Hacer check in de tus ubicaciones en tiempo real. Si lo consideras indispensable, hazlo al retirarte, no al llegar al sitio.
  • Compartir la ubicación donde estudian tus hijos o difundir fotografías de ellos con uniforme.
  • Compartir datos o claves personales.
  • Compartir las placas de tu auto.


Riesgo latente

  •  40% de los usuarios de redes sociales en México han sido víctimas de algún tipo de ciberacoso, según INEGI.
  •  El robo de identidad es uno de los delitos más comunes en el país: la CONDUSEF reporta más de 64,000 reclamaciones al año relacionadas con fraudes por suplantación.
  •  Los mexicanos pasan más de ocho horas diarias en internet, según el reporte Digital 2024 de We Are Social y Meltwater.
  •  Un estudio de la Universidad de Swansea (Reino Unido) señala que los jóvenes menores de 25 años, víctimas de ciberacoso tienen 2.3 veces más probabilidades de autolesionarse o presentar conductas suicidas.