El regio que conquistó EU... Y aún le falta Monterrey

El emprendedor de Nuevo León, Héctor Saldívar logró hace poco la venta millonaria de su marca de salsas regias en Estados Unidos. Ahora, con el poder de La Costeña a cuestas, los sabores de Tía Lupita Foods podrían llegar también a su propio terruño

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En su barrio de San Francisco Bay, Héctor Saldívar es el vecino de las carnes asadas y aunque tiene más de 20 años de haber dejado Monterrey, su corazón sigue siendo regio.

Su historia es inspiradora para cualquier oriundo de la Sultana. En sus tiempos de estudiante, las salsas de su mamá que lo acompañaban en cada viaje de regreso a Estados Unidos, se convirtieron, casi sin saberlo, en el placer gustativo de los colegas y los amigos.

En algún momento decidió emprender y sacar provecho de ese sazón único y creó la marca Tía Lupita Foods. Su presentación en la edición americana de Shark Tank le permitiría levantar un crédito del tiburón Kevin O’Leary para impulsar el proyecto y penetrar con sus salsas regias el mercado americano.

En noviembre pasado, Distrito ABC publicó una entrevista en la que Saldívar hablaba del trabajo duro y el tiempo que había invertido para sacar adelante su marca. 

“Al principio yo cocinaba, envasaba, subía las salsas al carro y salía puerta por puerta a venderlas”, nos decía.

Y aunque el negocio era inspirador y le había dado grandes satisfacciones, poco a poco Saldívar se dio cuenta de que los alimentos eran un ‘animal’ más complejo de lo que al principio parecían.

Para la fecha de aquella entrevista, Saldívar ya había iniciado unas conversaciones que cambiarían su perspectiva por completo y lo ayudarían, sobre todo, a dormir mejor.

“Sentí como si me hubieran quitado el peso de mil elefantes”, expresa ahora al hablar del acuerdo alcanzado recientemente con Vilore Foods, un brazo de distribución en Estados Unidos de La Costeña, el gigante mexicano de los alimentos.

El millonario “deal” en dólares le permitió no sólo pagar el crédito que había adquirido de Mr Wonderful (O’Leary), con todo e intereses, sino lograr una ganancia personal y, por encima de todo, la posibilidad de que su marca, ahora sí, pueda penetrar con más solidez en los grandes anaqueles de Estados Unidos. 

Y, ¿por qué no?, también en los de México.

Aunque Tía Lupita Foods tiene corazón regio, todavía no se comercializa en nuestro país, y eso puede cambiar ahora que ya se cubra con el paraguas de La Costeña, un grupo que maneja marcas poderosas y reconocidas a los dos lados de la frontera, como Jumex, Choco Milk y Totis.

Su subsidiaria Vilore Foods, que opera desde 1980, “tiene todo un departamento de marketing y ventas bastante desarrollado con diferentes canales; tienen logística y operaciones, y dos bodegas enormes en California y en Texas”, refiere Héctor Saldívar.

“Estoy  muy orgulloso y feliz de que se hayan fijado en nosotros, en el proyecto de Tía Lupita, y que ahora somos  parte de esa familia”, agrega, quizá recordando los tiempos en que iba tienda por tienda en San Francisco a buscar algún encargado para negociar espacio en sus anaqueles, y le decían: “está muy ocupado”.

Un sentimiento doble
El acuerdo por el que Héctor Saldívar le vendió su marca a La Costeña le ha generado un sentimiento doble. Por un lado, el alivio de que ahora no estará solo para sacar adelante el proyecto que le costó, como él mismo cita, “sangre, sudor y lágrimas”, con todo y lo que implicó penetrar mínimamente el complejo negocio de los alimentos en Estados Unidos. Y por otro, una cierta pérdida de que ahora su creación dejará, literalmente, de ser suya.

El acuerdo con La Costeña le brinda a Saldívar la oportunidad de mantenerse por tres años como CEO de la marca que él creó, pero ahora será un empleado de La Costeña, eso sí, con un esquema contractual “muy conveniente” para él y para las cuatro personas con las que estaba trabajando.

Y al cumplirse el plazo, explica, buscaría negociar una ampliación por otros tres años o incorporarse al consejo de la compañía, o como un asesor.

Lo cierto es que, al menos por estos primeros tres años, el emprendedor regiomontano podrá seguir supervisando la marca que nació de sus esfuerzos y de la sazón de su mamá.

“Esa perra ya me mordió”

Para Héctor el radical cambio de perspectivas aún está fresco. El espíritu emprendedor, algo muy de genes regios, lo llevó lejos, pero desembarazarse de tantas obligaciones también le ha brindado alivio. 

Tras el anuncio del acuerdo con La Costeña, algún amigo le preguntaba si pensaría en algún retiro o en comprarse un rancho para descansar. 

A sus 47 años, tal posibilidad es muy atractiva, pero Héctor todavía no tiene una respuesta y lo único que tiene claro es que está tratando de “llegar al equilibrio”, a eso que los estadounidenses conocen como el work-life balance.

“Estoy tratando de disfrutar un poquito más a mis hijos, a mi familia; emprender también implica muchos sacrificios”, refiere.

Así que quizá el sentimiento más importante, incluso por encima de la satisfacción de haber creado una marca que conquistó paladares en el mercado americano, es el de “tranquilidad”.

Disfrutar la vida con sus tres hijos, todos menores de edad, y con su esposa, de origen estadounidense, es la prioridad, eso no le quita la idea de seguir emprendiendo.

"Soy un apasionado de los negocios. Siempre estaré conectado con Tía Lupita, ya sea asesorando o a lo mejor haciendo algún tipo de inversión aquí o allá en compañías que tengan potencial”, anticipa.

Pero eso sí, aclara, “no creo que me aviente otro emprendimiento yo solo: esa ‘perra ya me mordió’.

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