Mucho hemos oído, tanto en México como en Estados Unidos y otros países del mundo, sobre el establecimiento de impuestos de importación o aranceles a productos que se consideran dañinos (desde un punto de vista de precios) para los mercados locales. Pero ¿son estos impuestos lo más adecuado para proteger un mercado nacional o local, o hasta donde tienen el efecto por el cual se imponen? ¡Veamos algunas consideraciones!
Los aranceles tienen una larga data en las relaciones comerciales de diversas regiones y países del mundo. Sin embargo, su saldo efectivo rara vez ha tenido el efecto motivacional para el que fueron creados, sobre todo cuando dichos aranceles se perpetúan en el tiempo. De alguna manera, representan una distorsión del sistema de precios normal, donde la oferta y demanda deberían ser los principales hilos conductores en la fijación de estos.
México tuvo un período durante el cual, la aplicación de aranceles y permisos de importación fue casi total, y en un principio la aplicación de dicha política dio sus frutos y se notó el desarrollo industrial interno, aunque a costa de los consumidores locales. Sin embargo, para la década de los 60 del siglo pasado, la sobreexposición a esta política industrial en el mercado mexicano empezó a ocasionar distorsiones de precios y abasto, que a la postre, llevarían a nuestra nación a consecuencias sociales graves.
¿Cuál pudiera ser un primer efecto de la imposición de un arancel a un producto determinado? Por ejemplo, si un producto “X” tiene un precio de importación de $100 y los productores mexicanos lo ofrecen a $120, no pueden competir con los importados, tal vez debido a su ineficiencia, falta de tecnología o financiamiento. En este contexto, la imposición de un arancel los puede beneficiar, ¿correcto? Sin embargo, la otra parte de la ecuación en este mercado son los consumidores, quienes tendrán que pagar el arancel impuesto, digamos del 30%, para seguir teniendo el producto importado. En principio, esta situación se pudiera resolver por parte de los consumidores dejando de comprar el producto importado y optar por el nacional, lo cual ya representa un 20% de aumento en precios. Pero ahora viene lo interesante, tan pronto el gobierno impone el arancel, digamos de un 30%, lo cual materialmente hace que ahora el producto importado tenga un precio de $130 al consumidor, los productores nacionales sabiendo dicha diferencia elevan su precio a un poco menos del importado, digamos $125. De esta manera, el efecto neto es un aumento generalizado de precios en el mercado local de este producto.
Si se dan cuenta, en este ejemplo, y en muchos más, los que vienen pagando el “pato” son los consumidores, pues sin opciones competitivas en el mercado local, se ven obligados a elegir entre pagar el arancel, o conformarse con un producto de calidad inferior a un precio elevado.
Ahora bien, ¿qué tal si el precio más bajo del producto importado no se debe a una mejor tecnología, innovación, o financiamiento de las empresas extranjeras, sino a que el gobierno de su país los está subsidiando para que puedan competir y ganar mercados internacionales? En este caso, entraría en efecto un mecanismo aprobado por la Organización Mundial del Comercio (OMC) conocido como prácticas desleales de comercio y subvenciones. Este mecanismo permite al país afectado iniciar una investigación sobre dichas prácticas, y si se comprueban, puede imponer un arancel compensatorio o una cuota de mercado para prevenir o remediar esa práctica o subvención. Este mecanismo está previsto que tenga una temporalidad, ya que su permanencia en el tiempo también puede generar distorsiones de precios en el mercado local.
Resumiendo, la sola imposición de aranceles a los productos importados no soluciona el problema, solo lo atenúa, o, tal vez, solo lo disfraza. Por lo tanto, una política de “sustitución de importaciones” debe contener un análisis profundo de las potencialidades de la producción nacional y su posible desarrollo e innovación. También debe contemplar un mecanismo de contención de importaciones (aranceles temporales) y políticas de apoyo (financiamiento, capacitación, tecnología, innovación, etc.) a las empresas nacionales para que puedan, en un corto plazo (no más de 5 años), estar a la altura de los productores internacionales. La sola aplicación de aranceles no genera las oportunidades de mejorar la producción local de un producto específico.
También hay que reconocer el hecho de que no todos los países del mundo (o regiones), pueden producir cualquier cosa a precios competitivos, pues las ventajas comparativas y competitivas de dichas regiones o países son distintas. Digamos que, Novak Djokovic es uno de los mejores tenistas del mundo, pero difícilmente pudiera ganar una carrera de Indy Car, ¿o sí? ¡Mmm…!
El autor es exfuncionario de la Secretaría federal de Economía y especialista en inversión extranjera y desarrollo económico