Regiándola
Todavía hace unos años, el crimen de la Casa de Aramberri era motivo de indignación y coraje.
Ahora, ya convertido el lugar en un restaurante de hamburguesas con una ambientación de Halloween, es “bonito” y “padre”.
¡Qué cosas!, ¿no?
Así calificaron su experiencia algunos vistantes al ser entrevistados, contagiados por la novedad del negocio y la morbo de conocerlo.
Para nada aquí hacemos un gesto grinch contra el establecimiento, digamos que es una reflexión.
El paso del tiempo, la falta de empatía con la desgracia y las ganas de echar guato hacen que la tragedia se vuelva una diversión.
“Que al cabo fue hace mucho tiempo”, diría alguien que también fue al lugar.
Suena difícil pensar en esa extraña combinación de darle una mordida a la hamburguesa y apreciar cómo fue cometido el monstruoso doble crimen.
Perturbador, sin duda.
Uno de los ganchos inevitables del caso es la leyenda del perico delator, cuya jaula es exhibida en la casa.
A lo largo de 91 años se ha dicho que el loro repitió las palabras de una de las víctimas: ‘no me mates, Gabriel’.
Sin embargo, también en todo este tiempo ha sonado inverosímil creer al cien en esa folclórica parte de la historia.
Por lo tanto esa teoría pinta sólo como aderezo de la ficción, como parte del show.
La realidad es que hubo un robo, la puerta no estaba forzada y los policías de aquel tiempo buscaron a personas cercanas a las mujeres asesinadas.
De ahí que salió el hilo de la investigación y la captura de los homicidas, entre ellos un familiar de las víctimas, sin la necesidad de recurrir a un perico soplón.
Ante todos esos elementos novelescos, a alguien se le ocurrió explotar la tragedia instalando un restaurante thriller en el lugar que, por cierto, ayer anunció el cierre de sus puertas temporalmente debido a las afectaciones por las lluvias.
Después de todo lo dicho anterioremente, la pregunta es: ¿el actual dueño de la Casa de Aramberri habría puesto el negocio si las víctimas hubieran sido sus familiares?
Es pregunta.