Nuestro muro de los lamentos

La percepción de que la frontera es punto de entrada del crimen, el tráfico de drogas y la trata de personas ha llevado a un enfoque militarizado en la seguridad fronteriza.

Escrito en OPINIÓN el

¿Nos conviene a todos tener una frontera sólida legalmente entre México y Estados Unidos donde se evite el cruce irregular en ambos lados o es razonable que fluya el cruce ilegal de personas coordinados por “el Espíritu Santo” generando riesgo e inseguridad en el proceso?

Después de investigar un poco de historia y realidad de la frontera, me declaro incapaz de digerir la ensalada apocalíptica de situaciones que se viven a lo largo de este territorio.

La frontera entre Estados Unidos y México, de 3,000 kilómetros de longitud, representa la división geopolítica (y de mentalidad) más grande y compleja en este cuadrante de la galaxia. Ya lo describió muy bien Lorenzo Meyer en su artículo “Lo que allá se vota aquí rebota”, donde introduce el concepto "interméstico" que explica nuestra simbiosis.

Este límite, como dicen en mi rancho, "estaca bron" y vamos a necesitar asesoría del más allá para encontrar una solución pacífica a esta relación bilateral, porque no es sólo una división física, sino también un espacio donde convergen al mismo tiempo todos los problemas sociales, urbanos, ambientales, económicos, políticos humanitarios y hasta de delincuencia que nos podamos imaginar, desde cruce de drogas, hasta trata de personas y tráfico de órganos, incluyendo menores de edad.

La relación entre Estados Unidos y México ha estado marcada por tensiones históricas que han influido en la política migratoria. Desde el Tratado de Guadalupe Hidalgo en 1848, que resultó en la pérdida de territorios mexicanos, hasta la implementación de políticas restrictivas en las últimas décadas, la frontera ha sido un punto focal de disputas. Las reformas migratorias, como la Ley de Inmigración y Nacionalidad y la Ley de Seguridad Nacional han buscado abordar la migración, pero no se ha podido establecer una visión integral

Muchos migrantes, en su búsqueda de mejores oportunidades económicas, se ven forzados a cruzar la frontera de manera ilegal, lo que los expone a riesgos significativos, incluidos abusos, explotación y violencia. Las comunidades fronterizas sufren las consecuencias de esta situación, experimentando tensiones culturales y sociales.

Además, la economía de ambos países se ve afectada por la migración. Mientras que algunos sectores en Estados Unidos dependen de la mano de obra migrante, la falta de un estatus legal impide que estos trabajadores accedan a derechos laborales y protecciones, perpetuando ciclos de pobreza y vulnerabilidad.

A lo largo de los años, miles de migrantes han perdido la vida intentando cruzar la frontera. Las condiciones extremas del desierto, la falta de acceso a agua y la presencia de grupos criminales han convertido esta travesía en un viaje mortal. La falta de políticas migratorias integrales y humanitarias ha llevado a una crisis de derechos humanos, donde los migrantes son a menudo tratados como criminales en lugar de seres humanos en busca de mejores condiciones de vida.

La percepción de que la frontera es un punto de entrada para el crimen y el tráfico de drogas y trata de personas ha llevado a un enfoque militarizado en la seguridad fronteriza. Esto ha resultado en un aumento de la vigilancia, la “construcción de muros” y la implementación de políticas de control supuestamente más estrictas. Sin embargo, este enfoque todavía no resuelve los problemas.

Para abordar la problemática es esencial implementar políticas que marquen una raya entre migrantes que “son convenientes” y cumplen las normas y aquellos que NO, resaltando que a la luz de los hechos lo que a todos conviene es cruzar por “la buena”, no por “la mala”.

Como ciudadano con doble nacionalidad que fomenta la paz y es consciente de las posturas polarizadas y el divorcio en la visión, soñaría con:

1. Una Reforma Migratoria Integral que permita la regularización de migrantes sin antecedentes conflictivos ya presentes en Estados Unidos y facilitar el cruce legal y seguro de personas para que el gobierno norteamericano tome el control absoluto de quien ingresa y pueda rechazar a los que incumplen las reglas en lugar de perseguirlos.

2. Me imagino una Cooperación Bilateral en temas de desarrollo económico no sólo en seguridad y derechos humanos para crear proyectos productivos del lado mexicano financiado por empresarios de ambos lados con amplios incentivos de los dos países.

Y es que ¿cuáles son las consecuencias de no tener una frontera sólida y ordenada entre ambos países? 

La complejidad migratoria rebasa el ánimo en la región sobre todo ahora que tenemos visiones extremas entre el “humanismo mexicano” (communism en inglés) que nos imponen de un lado y el “liberalismo cristiano” del otro lado, enmarcando nuestra división en un nuevo “muro de los lamentos” que necesita de más plegarias y más acciones para integrar esta dualidad con la esperanza de un mundo local donde la política aporte algo más que excusas, mentiras y corrupción.

No podemos hacer lo mismo y esperar resultados diferentes. Tenemos que coincidir en algo: a muy pocos le conviene el riesgo y la violencia que desata una frontera con cruces irregulares.

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El autor es ingeniero civil, urbanista, analista urbano, experto en movilidad y gestión del desarrollo sustentable, y presidente del consejo consultivo del Instituto de Movilidad y Accesibilidad de Nuevo León (IMA). 

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