Este domingo 100 millones de mexicanos elegirán a 20 mil servidores públicos a lo largo y ancho del país. No solo por su tamaño, sino también por lo que está en juego, estas elecciones serán las más trascendentales en la historia moderna de México.
Con la nariz medio tapada, mi voto será para la oposición, no porque estoy del todo convencido de ella, sino porque estoy convencido del retroceso que implicaría votar por el oficialismo.
Xóchitl Gálvez presume no pertenecer a partido político alguno, movilizando así a aquellos ciudadanos hartos con los partidos políticos tradicionales. Sin embargo, su apartidismo no habla bien de ella: indica falta de ideología y de compromiso partidista, nunca buenos para la democracia.
Por otra parte, Xóchitl encabeza una alianza con partidos políticos que no han hecho un mea culpa por los errores del pasado: Marko Cortés es un tipo sin sustancia, y Alito Moreno es la representación viva de la corrupción. Además, y a pesar de tener una historia de vida admirable, Xóchitl Gálvez es algo ingenua, algo ocurrente, algo inexperta, características personales nunca bienvenidas en los políticos.
Sin embargo, lo que tenemos enfrente es mucho peor. Empecemos por lo más importante: López Obrador, Claudia Sheinbaum y las bases morenistas proponen terminar con el régimen democrático-liberal para dar paso a un régimen autocrático.
Ahí están sus propuestas, solo frenadas por los contrapesos institucionales que aún imperan en el país: eliminación de legisladores plurinominales; elección de jueces, magistrados, ministros de la Corte y consejeros electorales por voto popular; y erradicación de organismos constitucionalmente autónomos que ven temas fundamentales, como transparencia.
Como comenta Agustín Basave Benítez, es un “plan de antidemocracia transexenal”. O, como dice Jesús Silva-Herzog Márquez, “Esa es la propuesta política de Sheinbaum: autoritarismo basado en la Constitución; autoritarismo basado en la muerte del constitucionalismo.”
Pero, además, ¿cómo votar por un partido político que ha fracasado en políticas públicas básicas? Ahí están los numerosos escándalos de corrupción a lo largo del sexenio, con los hijos del presidente y sus amigos llenándose los bolsillos de dinero.
Ahí están los 800 mil muertos en la pandemia y 30 millones de mexicanos sin acceso a servicios de salud. Ahí están los 185 mil asesinados, los 50 mil desaparecidos, y una política de claudicación al crimen organizado.
Ahí está el despilfarro de billones de pesos en proyectos de infraestructura inservibles. Y un largo etcétera. En medio de esta desolación, solo dos políticas positivas resaltan: el aumento al salario mínimo (comenzado en el sexenio pasado), y la disminución de la pobreza (aunque la pobreza extrema ha aumentado).
Con todos sus defectos, Xóchitl propone retirar a las Fuerzas Armadas a tareas de seguridad, y eliminar la prisión preventiva oficiosa. Propone la apertura del sector energético a la iniciativa privada. Y, sobre todo, propone apertura, negociación política y la continuación de nuestro régimen democrático-liberal. Por eso, fundamentalmente, mi voto es para Xóchitl Gálvez y la coalición política que encabeza.
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