Hoy hace una semana, el pasado 17 de septiembre, recordamos con profundo respeto el 51 aniversario luctuoso de don Eugenio Garza Sada, un regiomontano visionario cuyo legado de liderazgo, trabajo y compromiso social continúa inspirando a las actuales generaciones.
Aquel fatídico 17 de septiembre de 1973, don Eugenio Garza Sada fue víctima de la violencia que sacudía al país en los años setenta. Sin embargo, su legado perdura, ya que no sólo fue un empresario ejemplar, sino un líder visionario que trascendía lo económico y material. Con una profunda visión humanista, implementó mejoras en las empresas locales, fundó clínicas y construyó viviendas dignas para los trabajadores, mucho antes de la creación del IMSS y el Infonavit.
En un país que enfrentaba grandes retos, supo construir puentes hacia el desarrollo a través de la educación, la innovación y el trabajo productivo. Bajo su liderazgo, se consolidaron empresas insignia que fueron clave para la modernización de México, pero, sobre todo, promovió una forma de hacer negocios basada en la ética, el respeto a la dignidad humana y el servicio a la comunidad.
Su dedicación a la educación fue particularmente notable. Don Eugenio entendió que la verdadera transformación de un país sólo puede alcanzarse cuando se invierte en la formación de sus ciudadanos. El Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, que es una universidad reconocida internacionalmente, es una de sus más grandes contribuciones y un testimonio vivo de su compromiso con la excelencia académica y la formación de líderes que, como él, están dispuestos a transformar su entorno.
Al recordar su trágica partida hace 51 años, no podemos dejar de reflexionar sobre los valores que él defendió: la justicia, el trabajo arduo, pero, sobre todo, la solidaridad y la responsabilidad social de las empresas y los empresarios. Su vida fue un ejemplo de coherencia entre sus ideales y sus acciones.
Don Eugenio fue un hombre que comprendió el verdadero significado de ser parte de una comunidad ya que dedicó su vida a mejorarla y fortalecerla.
Es triste pensar que fue la violencia la que puso fin a su vida, una violencia que no sólo acabó con un hombre, sino que intentó silenciar una forma de pensar y de actuar. Pero, como hemos visto a lo largo de estos años, no lograron apagar su legado. Hoy más que nunca, necesitamos seguir su ejemplo de trabajo honesto, de compromiso social y de responsabilidad con las futuras generaciones.
Cada día honramos su memoria no sólo recordando su figura, sino renovando nuestro compromiso con los valores que él defendió.
Que el legado de don Eugenio Garza Sada nos inspire a todos a seguir trabajando por un México más justo, próspero y en paz, tal como él lo soñó.