Regiándola
Como decía Marco Antonio Solís: “¿A dónde vamos a parar?”.
Con tanta matazón, Nuevo León se está convirtiendo de nuevo en un hogar y un patíbulo del crimen organizado y de asesinos comunes.
Y no sólo se trata de cifras preocupantes que se elevan a medida que pasan los días y las semanas, sino del tono espeluznante en que se están escribiendo.
Ya se vuelven a normalizar las muertes de horror como decapitados y calcinados, al estilo frecuente de aquellos tiempos de inseguridad del 2009, 2010…
No podemos ignorar aquel caso terrorífico de una ama de casa en Salinas Victoria que encontró un cadáver en el ropero de su casa el pasado 8 de septiembre.
Esa escena, sacada de una película de Alfred Hitchcock, no habla más que de las mentes siquiátricas que están habitando ya nuestro estado o que se están contagiando de tanto crimen.
Cuando no es Pesquería, es Ciénega de Flores o la zona citrícola, pero las tiras de sangre ya están pintándose en distintos puntos de Nuevo León.
Podríamos decir, sin el menor riesgo a equivocarnos, que el estado cuenta ya con varios Culiacanes.
El ataque armado contra General Terán del miércoles y que acabó con 11 presuntos sicarios abatidos refleja que las bandas ya están aquí de nuevo.
Señores, la narcoguerra ha vuelto a Nuevo León.
Nos asustamos por lo que sucede en Culiacán con las diarias balaceras tras la captura de Ismael “El Mayo” Zambada, pero acá también nos zumban las balas cerca de las orejas.
Septiembre se va a ir con alrededor de mil 300 homicidios en Nuevo León, una estadística que volvió a colocar al estado como el número 1 en crímenes en el país.
Tuvimos días en el mes con 14 y 16 asesinatos.
Ojalá y el cielo nos proteja de los plomazos.
Pero también a los guardianes del Ejército y Fuerza Civil que enfrentan a las bandas.
Es una dura realidad saber que ellos salen a la calle sin la certeza de que puedan algún día regresar a su casa y ver a su familia… a sus hijos.