Desde que México adoptó la apertura comercial con su adhesión al GATT en 1986, hoy la Organización Mundial del Comercio (OMC), nuestra economía ha tenido una gran transformación en sus relaciones comerciales globales, principalmente con nuestro vecino del norte, los Estados Unidos de América. La manufactura ha tenido un incremento notable en las exportaciones mexicanas. Sin embargo, debido a la falta de proveedores locales de materias primas y componentes, México ha tenido que importar casi todo para la fabricación de sus productos manufacturados destinados a la exportación.
Con el tiempo, México ha logrado integrar cada vez más componentes producidos localmente en sus cadenas de valor, aunque todavía hay algunos sectores en los que seguimos dependiendo de materias primas y componentes con calidad, precio y confiabilidad en el suministro del exterior. Por ejemplo, en la industria automotriz, específicamente en la fabricación de autopartes, sólo el 37.6% de lo exportado se puede considerar como contenido nacional (según datos del INEGI), y esto incluye la nómina y los gastos operativos incurridos en México.
En cuanto a las materias primas y componentes, su valor debe ser un poco más del 20% pero no pasa del 25%. Esta cifra se ha mantenido casi constante en los últimos 20 años.
Mientras, en Estados Unidos la disgregación de cadenas de suministro por todo el mundo, especialmente en México y Asia, ha generado una pérdida de contenido local importante en los últimos 40 años, llegando a un estimado de menos del 25% para el 2022.
Pongo como ejemplo la industria automotriz, pues es una de las más importantes en el comercio bilateral (EU–México) y que ha llevado decenios en construir un entramado de cadenas de valor, donde hay partes y componentes que cruzan varias veces la frontera antes de llegar a ser un automóvil terminado.
Ahora bien, ¿qué pasaría si el 20 de enero del 2025, el ya presidente Trump decidiera, a través de una orden ejecutiva, imponer un arancel extraordinario del 25% a todas las importaciones provenientes de México? Pues de rompe y rasga esto tendría un impacto importante en los costos de las múltiples cadenas de valor desarrolladas en 30 años de tratado comercial.
Y si el comercio no se para de golpe (que es muy poco probable), los primeros que pagarían las consecuencias serían los propios consumidores norteamericanos. Pues ahora los autos fabricados con partes importadas, es decir, aproximadamente el 47% de un vehículo, aumentarían de costo en un 25%. O sea… ¡inflación autoinflingida!
¿Y qué pasaría si algunos productores deciden absorber parte de dicho impacto? Pues algunos de ellos pudieran no sobrevivir, ya que la industria automotriz trabaja con márgenes reducidos. La otra opción es que dicho aumento fuera gradual, pero volvemos a lo mismo, alguien tendría que pagar dichos incrementos en costos, aunque sea en un período de dos a seis meses.
¿Cuál es la razón, o rigidez, para estos posibles escenarios? La respuesta es que la industria automotriz trabaja sobre la base de contratos de surtimiento multianuales, que van de los cinco a los siete años, y que la relocalización de plantas productivas requiere de un horizonte de planeación y pruebas de producción de entre dos y tres años antes de que puedan surtir sus productos a las plantas armadoras en EU. Esto asumiendo que la estructura de costos permita un precio competitivo y no termine por aumentar de nuevo los precios de los productos finales, cosa que se antoja difícil.
Tesla tiene actualmente más de 100 proveedores en México. ¿Cuál será la estrategia que seguirá Tesla ante una medida de esta naturaleza? ¿Les pedirá a sus proveedores que asuman el arancel? ¿Lo absorberá Tesla? ¿O lo pasará a sus consumidores? ¿Les pedirá a estos que muden sus plantas a EU? O bien una combinación de todas las opciones anteriores. En casi cualquier escenario, se puede anticipar un aumento de precios, grande o chico, en el mercado norteamericano de los autos.
Hace poco, un cliente me pidió evaluar sus opciones entre poner su planta en México o en EU, y cuando vimos los costos operativos y los aranceles que tendría que pagar por sus materias primas en EU versus México, de plano abandonó el proyecto de instalarse en Georgia. Sólo en una materia prima, que es un polímero, el arancel de importación a EU es del 42%, mientras que la misma materia prima pagaría el 5% en México. Además, una vez transformado en un componente electrónico en México y adquiriendo el contenido regional, no pagaría nada de arancel al exportarlo a EU. Incluso si pagara el 25% del nuevo arancel extraordinario, la diferencia en los costos de mano de obra de US$4 dólares por hora en México contra US$25 dólares por hora en Georgia, hace que el precio del producto final sea más barato en México.
Entiendo que el presidente Trump está presionando fuertemente a México en los temas de inmigración y drogas, pero la medida de imponer aranceles extraordinarios para hacer cumplir a México sus demandas en otros temas, ajenos al comercio legal, fácilmente puede descarrilar sectores económicos claves en ambas naciones, generando desabasto e inflación. Pero ya tendremos oportunidad de evaluar los daños, perdón los efectos, una vez conocidas acciones que se tomen en los primeros días de gobierno del presidente Trump.
El autor es exfuncionario de la Secretaría federal de Economía y especialista en inversión extranjera y desarrollo económico