Durante años, la sostenibilidad fue vista como una etiqueta verde para vestir reportes anuales, colocar reconocimientos en vitrinas y ganar puntos de reputación, pero rápidamente se convirtió en un factor de estrategia empresarial. Aquellas compañías que aún la ven como un accesorio, están quedando fuera del mercado porque no se trata de si deberían sumarse, sino de cuánto les está costando no hacerlo.
En México y el mundo, la mayoría de los inversionistas exige reportes ambientales, sociales y de gobernanza (ESG) antes de liberar capital; los bancos ofrecen mejores condiciones de crédito a las empresas que prueban su desempeño sostenible; y los consumidores, cada vez más, prefieren las marcas que actúan con coherencia. La sostenibilidad dejó de ser una tendencia para ser un requisito del mercado.
La Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV), en una de sus últimas circulares, ha establecido requerimientos de divulgación en sostenibilidad bajo los lineamientos del IFRS S1 y S2, dirigidos a emisoras y a otras empresas que reportan bajo estándares financieros internacionales, así como aquellas que entregan financiamiento.
En paralelo, las cadenas globales de suministro también exigen a sus proveedores cumplir con ASG (ambientales, sociales y de gobernanza).
El costo de no cumplir con la sostenibilidad se manifiesta en múltiples niveles. Ya existe una regulación que exige a empresas de cierto tamaño medir su huella de carbono. La Unión Europea requiere que algunos productos incluyan un certificado de su huella de carbono para ingresar al territorio.
Aquellas empresas que ignoran la eficiencia energética pierden competitividad, y las que no cuidan su entorno social o laboral enfrentan rotación, pérdida de talento y crisis reputacionales. En el mundo digital, basta un video viral o una denuncia en redes para dañar la confianza construida en años.
El gran error es pensar que la sostenibilidad sólo implica cumplir requisitos o evitar sanciones, cuando en realidad, reduce riesgos, genera innovación, atrae nuevos talentos, abre mercados y oportunidades de negocio.
Empezar no requiere transformarlo todo de inmediato, sino dar pasos medibles. Integrar prácticas como el uso de energías renovables, la optimización del consumo, el reciclaje de materiales o políticas de equidad laboral pueden generar ahorros tangibles y fortalecer la reputación corporativa.
Lo importante es que la sostenibilidad deje de ser un área aislada y se convierta en parte de la estrategia central del negocio.
Quienes entiendan este momento como un punto de inflexión y se atrevan a actuar desde ahora estarán cumpliendo con su responsabilidad ambiental y social, además de asegurar su permanencia y crecimiento en un mercado que ya decidió hacia dónde quiere avanzar.
La sostenibilidad no es una moda ni una obligación: es la nueva forma de entender el éxito. Las empresas que la integran en su ADN lideran el mercado, atraen inversión, inspiran confianza y construyen futuro. Quienes empiecen hoy, marcarán la diferencia mañana.
