El día de hoy en Nuevo León conmemoramos dos siglos de la promulgación de su primera Constitución, un documento que sentó las bases de nuestra vida jurídica y política. La Constitución de 1825 no solo estableció el marco legal que regiría la entidad, sino que también consolidó los ideales de independencia, democracia y justicia que hoy siguen vigentes. Su legado es un recordatorio de que el respeto a la ley es la base del progreso y el bienestar común.
Aquel documento histórico surgió en un contexto de transformación, cuando México recién había alcanzado su independencia y buscaba consolidar un modelo de gobierno propio. En este escenario, los diputados constituyentes de Nuevo León asumieron la responsabilidad de diseñar una Carta Magna que garantizara un equilibrio de poderes, fortaleciera las instituciones y promoviera la justicia social. Con visión y compromiso, plasmaron en 274 artículos un sistema de gobierno democrático, representativo y popular, que serviría de cimiento para la construcción del Estado moderno que hoy somos.
Esta primera Constitución, cuya vigencia duró hasta el año 1849, formalizó la división de poderes para evitar los excesos del pasado y establecer límites claros para el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. Además, introdujo mecanismos de control ciudadano, como la posibilidad de destituir a gobernantes que incumplieran su mandato, reforzando así el principio de rendición de cuentas. Desde entonces, los nuevoleoneses hemos defendido el derecho a elegir a nuestros representantes y a revocarles su mandato cuando incumplen con su deber.
Sin embargo, conmemorar el bicentenario de nuestra primera Constitución no debe ser solo un ejercicio de memoria histórica, sino una oportunidad para reflexionar sobre el presente y el futuro de nuestro marco normativo. A lo largo de estos dos siglos, Nuevo León ha evolucionado y enfrentado desafíos que han requerido reformas y ajustes a su Constitución.
En un contexto en el que la democracia y las instituciones enfrentan constantes retos, es fundamental reafirmar la importancia del respeto a la ley. La historia nos ha demostrado que cuando los principios constitucionales son acatados, la estabilidad y el progreso son inevitables. En contraste, cuando se vulneran por intereses particulares o de grupo, la sociedad entra en crisis, afectando especialmente a los sectores en situación de vulnerabilidad.
A 200 años de su promulgación, la Constitución de 1825 nos deja un mensaje claro, el ejercicio del poder debe estar siempre enmarcado en la legalidad y orientado al bien común. Su conmemoración nos invita a renovar nuestro compromiso con el fortalecimiento institucional y la defensa de los valores democráticos que han hecho de Nuevo León una entidad de progreso.
Hoy, más que nunca, es nuestra responsabilidad continuar el legado de aquellos constituyentes visionarios, construyendo un Nuevo León con instituciones sólidas, una democracia fortalecida y un futuro de crecimiento para todas y todos. Que esta celebración sea un recordatorio de que nuestro potencial es ilimitado cuando trabajamos unidos por un mejor Nuevo León.