Durante años hablar del poder judicial era para la mayoría de los mexicanos pensar en corrupción, en nepotismo, en privilegios especiales injustificados. El acceso a la justicia era incierto, como te podía tocar el más salomónico de los jueces, podías ser víctima de alguien con alguna “influencia” que encaminara tu caso para bien o para mal.
La gente no sabía muy bien como llegaban al poder esos señores de toga, lo que si sabían es que tenían el poder para cambiar vidas. ¿Sera imparcial el juez? ¿Tendrá mi contraparte algún vínculo que le ayude? ¿A qué partido sirve esta autoridad? Todas estas eran preguntas comunes en el imaginario colectivo cuando se reflexionaba sobre el poder judicial.
Vivimos décadas de control partidista, las instituciones de procuración e impartición de justicia siendo usadas facciosamente. Después de todo quizá muchos jueces llegaron a pensar “si fue un partido el que me puso en el cargo” ¿Cómo podría ir en contra de los intereses de dicha fuerza política?
Además de la corrupción teníamos que lidiar con la ineficiencia, documentales como “Presunto culpable” en su momento desnudaron las carencias del sistema judicial, donde si tenías mala suerte, tu caso se sumía en el rezago y quedaba perdido por años en una caja mohosa en algún archivo dejado de la mano de dios.
Este retrato fue pintado por académicos como Edgardo Buscaglia, quien en su libro “Vacíos de Poder en México” retrataba las falencias estructurales del poder judicial, y por escritores como Rius, quien llegó a popularizar en sus “supermachos” la frase “queda usted detenido hasta que averigüemos por que”.
Esta dualidad concurrente entre academia y literatura, sumado al imaginario colectivo del pueblo, sin duda desnudaba un área de oportunidad importante para uno de los poderes de la nación.
Es así que surge una reforma judicial que pugna por remover privilegios, por reducir salarios, por cambiar al órgano de control y vigilancia, pero sobre todo, pone en las manos del pueblo la designación de los nuevos jueces, ministros y demas autoridades judiciales.
Habrá quienes con derecho expresen elementos por mejorar de esta reforma, pero bien decía Einstein “La locura es hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes" y es así que nuestro sistema judicial necesitaba urgentemente intentar algo distinto.
La historia determinará si el cambio fue para bien o para mal, lo que es innegable, es que México sigue necesitando transformaciones en todos los rubros y el poder judicial es uno de los más urgentes.
Esperando así llevar la justicia a todos los mexicanos y mexicanas, quienes ahora tendrán el poder en su voto, te invito a votar este domingo.