Estamos a un año de que el mundo entero vuelva su mirada a Nuevo León por el inicio del Mundial FIFA 2026, pero la verdadera fiesta del fútbol ya comenzó. Desde ahora, miles de niñas, niños y jóvenes están jugando su propia Copa Mundial.
Hace unos días inició el “Mundialito”, un evento de cuatro torneos que reúne a 3,840 estudiantes de 198 primarias y secundarias públicas. Cada participante recibirá su uniforme y se entregarán balones conmemorativos a todos los equipos. Esto es más que un torneo, el Mundialito es una celebración del deporte, de la comunidad y del derecho que tienen nuestros niños a jugar, competir y convivir.
Estamos listos para sacarle provecho a este evento extraordinario, pero el legado deportivo y de recreación de este Mundial, tiene que ir mucho más allá de un mes de partidos. El verdadero legado debe ser para las niñas, niños y familias de Nuevo León. Por eso, el Gobierno del Estado está invirtiendo 200 millones de pesos para construir 300 nuevas canchas en 28 municipios. No son canchas de adorno; son espacios públicos que transforman colonias y se convierten en puntos de encuentro para el deporte, el descanso y la convivencia de cientos de familias y vecinos.
Se está haciendo todo esto porque creemos firmemente que el deporte no es un lujo, es un derecho. Así lo reconoce el artículo 40 de nuestra nueva Constitución: como una herramienta para la salud, la cohesión social y el desarrollo integral de las personas.
Cada vez que una niña o un niño se ponga la camiseta de su escuela o del equipo que le apasiona, representa algo más grande que un equipo, representa a su barrio, a su familia, su comunidad y a todo Nuevo León. Ese sentido de pertenencia, esa identidad colectiva, es parte de lo que tenemos que fortalecer rumbo al Mundial.
Cuando una comunidad se apropia del espacio público, lo defiende, lo cuida y lo transforma. Cuando un niño ve que la cancha de su colonia está iluminada, bien pintada y llena de vida, entiende que su barrio importa, que su voz es tomada en cuenta y que su Gobierno se preocupa porque tenga todo lo que necesita para salir adelante.
El Mundial nos pondrá en los ojos del mundo, pero lo más importante es lo que hacemos para aprovechar esa proyección: sembrando una generación que crece jugando, conviviendo, apropiándose de lo que es suyo y soñando en grande.