Llegar a casa, la escuela o el trabajo sin retrasos no deber ser un privilegio; es parte del derecho a la movilidad y de nuestra salud mental para todas y todos. Sin embargo, en la zona metropolitana de Monterrey, los llamados mini choques —percances menores sin lesionados— siguen robándonos tiempo y contaminando el aire.
Ocho de cada 10 accidentes viales son de esta naturaleza. Aunque los reglamentos municipales ya describen qué hacer, un golpe de lámina basta para paralizar avenidas enteras en hora pico. El procedimiento es simple: si nadie resulta herido, ningún conductor está alcoholizado y los autos aún pueden moverse, basta con tomar fotos o video del choque, orillarse a un sitio seguro y esperar allí a los agentes de tránsito y a los ajustadores. Al liberar la vía evitamos choques secundarios, reducimos emisiones…
¿Qué falta para que esta norma se vuelva hábito? Primero, campañas de comunicación claras y simultáneas en todos los ayuntamientos, con mensajes que expliquen paso a paso el protocolo. Segundo, capacitación a policías y agentes viales para que incentiven —no obstaculicen— el desalojo rápido. Tercero, coordinación con las aseguradoras para estandarizar criterios y agilizar los reportes. Y, por qué no, aplicaciones móviles oficiales que guíen al ciudadano y generen estadísticas en tiempo real.
Adoptar este protocolo produce beneficios inmediatos: viajes más cortos y predecibles, aire más limpio, menos estrés y ahorro para familias y empresas. La justicia en el derecho a la movilidad se mide en minutos ganados y en la tranquilidad de saber que una lámina abollada no arruinará nuestro día.
Municipios, Estado y ciudadanía tenemos la llave. Con voluntad y coordinación, los mini choques dejarán de ser un gran obstáculo y se convertirán en un trámite menor que preserve, no obstaculice, nuestra calidad de vida cotidiana.