Lucha ciudadana por un mejor futuro

Con la cancelación del viaducto elevado y la protección del Río Santa Catarina, la ciudadanía redefine el rumbo de su metrópoli.

Escrito en OPINIÓN el

El modelo urbano actual del área metropolitana de Monterrey ya no da más, es necesario cambiar el rumbo. Hubo un tiempo en que nuestra ciudad, concentrada en lo que hoy es el centro de Monterrey, se parecía a muchas ciudades europeas que tanto admiramos: las personas caminaban, existía un tranvía eléctrico, los ciclistas urbanos eran parte cotidiana del paisaje, y los domingos la salida obligada era a plazas públicas como la Alameda. Al caer la tarde, la gente disfrutaba del fresco en la banqueta de su casa, conversando con vecinos y paseantes, tejiendo un entorno seguro y estrecho en la comunidad.

Este relato no está tan distante: hace menos de 100 años, así era la vida para la mayoría de quienes habitaban nuestra ciudad, que giraba en torno a su centro y a sus fábricas. Sin embargo, en algún momento, el paradigma cambió. Pasamos de un modelo compacto y comunitario, con movilidad colectiva, a imitar el modelo norteamericano de desarrollo horizontal de vivienda, dependencia casi absoluta del automóvil y una expansión territorial que hoy alcanza más de 18 municipios, según instituciones federales.

Mientras la metrópoli crecía, fuimos adoptando —a veces sin cuestionar— ideas urbanísticas importadas de nuestro país vecino. Este modelo sustentado en suburbios, grandes vialidades y autos particulares, vino acompañado de transformaciones profundas: alimentación industrializada, debilitamiento del capital social, sedentarismo, falta de sostenibilidad y una creciente contaminación que afecta tanto nuestra salud como nuestras relaciones humanas. Estas externalidades negativas han dejado huella en México y en Nuevo León.

Pero nuestra historia es dinámica, no está escrita en piedra. No tiene por qué tener un final trágico mientras existan personas convencidas de que podemos tomar las riendas de nuestro destino y transformar nuestro presente. Y, afortunadamente, en Nuevo León cada vez somos más quienes creemos que otra ciudad es posible, si nos atrevemos a romper los moldes que nos han regido durante medio siglo.

En mayo y junio de este año, la ciudadanía organizada logró dos victorias históricas. Primero, tras oponerse a la construcción de una autopista elevada de cuota que atravesaría tres municipios metropolitanos, y tras una lucha constante en diversas vías, el gobernador anunció repentinamente su cancelación. Segundo, tras defender el derecho a un río vivo en la ciudad, la ciudadanía logró que el gobierno estatal declarara su intención de convertir el Río Santa Catarina en un área natural protegida.

La conservación del Río Santa Catarina se ha convertido en símbolo de resistencia y esperanza para miles de personas que se niegan a vivir en una ciudad que, en muchos aspectos, enferma y empuja a estilos de vida poco armoniosos. Por sus servicios ambientales y biológicos, y por la posibilidad de reconciliar nuestra metrópoli con la naturaleza, la protección del río logró movilizar a miles de ciudadanos decididos a defender su derecho a una ciudad más sana y humana.

Del mismo modo, la urgencia de cambiar el rumbo urbano movilizó a la ciudadanía contra el viaducto elevado de cuota, pues representaba abrir aún más espacio al tráfico vehicular, profundizando desigualdades urbanas, fomentando el automóvil como único medio viable de transporte, y sumando más contaminación al aire que respiramos.

Si aspiramos a una ciudad distinta —una que moldee comportamientos y relaciones humanas más solidarias, que contribuya a reducir desigualdades y a reconstruir nuestro vínculo con la naturaleza— no podemos quedarnos sentados esperando gobernantes iluminados que compartan esta visión. Está en nuestras manos impulsar los cambios necesarios y construir una nueva agenda ciudadana.

Junio de 2025 nos ha demostrado algo poderoso: cuando la ciudadanía se organiza, es capaz de lograr transformaciones profundas y de reestablecer las prioridades correctas: las ciudadanas. Porque la historia de Monterrey aún se está escribiendo. Y juntos, podemos escribirla mejor.