El país se encuentra en un franco derive autocrático que solo se ha intensificado. Los factores internos han sido ampliamente discutidos, sin embargo, también existen factores externos que repercuten en nuestra vida política nacional. Si la ola democrática de los ochentas impulsó la democratización del país, la actual ola autocrática mundial ciertamente no nos está ayudando.
El fallecido politólogo Samuel P. Huntington habló de tres grandes olas democratizadoras. La primera, ocurrida a finales del S. XIX; la segunda, después de la Segunda Guerra Mundial; y la tercera y mayor de todas, comenzando a mediados de la década de los setenta y hasta los noventa. De acuerdo a Huntington, tanto factores internos como externos confluyeron. Entre los primeros, la pérdida de legitimidad de los regímenes autoritarios ante las crisis económicas, y una mayor urbanización, educación y crecimiento de las clases medias. Sin duda, esa fue la realidad mexicana que se hizo patente desde los sesenta, y que en los ochenta resultó indeseable suprimir. Sin embargo, los factores externos fueron asimismo importantes, entre ellos, el fin de la Guerra Fría, la primacía de Estados Unidos y la llegada de la globalización. Y, ciertamente, esos factores fueron fundamentales para el país, observables en la liberalización de nuestra economía, la entrada al GATT en 1986 y la firma del TLCAN en 1994.
Sin embargo, el péndulo parece irse de regreso, literalmente. A nivel internacional, las clases medias en el mundo desarrollado han visto sus niveles de vida erosionarse, y en el mundo subdesarrollado ha aumentado la pobreza. En el caso de México, los niveles de vida no se incrementaron sustancialmente con los gobiernos de la alternancia, una promesa básica de la democratización mexicana, augurando así la llegada de Morena. En una medida importante, es por ello que la autocracia se encuentra en ascenso alrededor del mundo. De acuerdo a V-Dem (Variedades de la Democracia), uno de los proyectos más serios en materia de democratización, por primera vez hay menos democracias (88) que autocracias (91) en los últimos veinte años en el mundo. Peor aún, casi 3 de cada 4 personas viven en autocracias, la cifra más alta desde 1978. México forma parte ya de esa ola autocrática: el estudio nos clasifica como “autocratización en curso”, y fue antes de las reformas morenistas.
Además del problema de principio que implica el fin de la democracia, también tenemos un problema de orden pragmático: el crecimiento económico y el bienestar social. Inevitablemente, nos será más difícil atraer inversiones -nacionales y extranjeras- tanto por el contexto interno como externo. La cooptación y desprofesionalización del Poder Judicial inevitablemente aumentará la incertidumbre jurídica (ya lo está haciendo). Pero, por otra parte, la creciente desconfianza norteamericana hacia el T-MEC, la implementación de políticas para atraer inversiones a su propio país (antes impensables), y la competencia con el resto del mundo subdesarrollado (Vietnam, Indonesia, Brasil, etc.) hará nuestra tarea doblemente difícil.
El contexto internacional otrora impulsó nuestra democratización. Hoy en día, México se sube nuevamente a la ola mundial, pero de la autocratización. Y peor aún, tenemos un contexto internacional de mayor competencia económica, mientras en el país acabamos con los alfiles de la certidumbre jurídica.
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