Cuando el agua nos llegó al cuello

Nuevo León enfrenta otro reto crítico: la movilidad. Según la encuesta Así Vamos 2024, actualmente casi el 50% de la ciudadanía percibe que la movilidad es el mayor problema que enfrenta el estado.

Escrito en OPINIÓN el

A inicios de la década de 2010, Nuevo León enfrentó un miedo compartido: la inseguridad. Las cifras rompían récords y la violencia era tema cotidiano. Fue hasta que el agua nos llegó al cuello que todos los actores —autoridades, empresarios y sociedad civil— se sentaron a la mesa para buscar soluciones.

De ese esfuerzo nacieron la Alianza para la Seguridad, la nueva Fuerza Civil y procesos de depuración policial en cada municipio. Incluso se instaló una instancia de coordinación encabezada por el Ejército, donde participaban policías de todos los niveles y la iniciativa privada para analizar datos y ajustar estrategias en conjunto. La crisis se atendió con coordinación, liderazgo y visión compartida.

Hoy en día, Nuevo León enfrenta otro reto crítico: la movilidad. Según la encuesta Así Vamos 2024, actualmente casi el 50% de la ciudadanía percibe que la movilidad es el mayor problema que enfrenta el estado; en 2021 solo el 17% de la población veía a la movilidad como un problema grave, era la inseguridad el problema que más preocupaba. El tiempo promedio por traslado en la zona metropolitana se triplicó entre el 2018 y el 2024, de 66 minutos a 98 minutos. Los tiempos de espera de los camiones también aumentaron en este mismo periodo, de 21 minutos en promedio a 31 minutos. A la par de mayores tiempos de espera y traslado, las familias destinan cada vez más recursos a transportarse, en 2018 su gasto semanal promedio era de 135 pesos; en 2024, alcanza los 158. Ya tenemos muchos datos que indican claramente que si no actuamos, nuestra metrópoli se encamina al colapso.

Esta problemática sí está clara para las autoridades. El gobierno estatal está realizando inversiones cuantiosas: miles de camiones nuevos con energías limpias, dos nuevas líneas de Metro en construcción, modernización de semáforos para agilizar el tráfico. A nivel municipal se están implementando carriles de contraflujo e interconexiones viales para aliviar puntos críticos, y han instalado sistemas alternativos de transporte gratuitos para paliar las deficiencias del sistema de movilidad. Sin embargo, los resultados todavía no se sienten.

¿Por qué seguimos atrapados en el tráfico? Porque no hay un liderazgo claro ni una coordinación interinstitucional efectiva. Aunque la ley de Movilidad y Accesibilidad otorga al gobierno estatal la rectoría del sistema de movilidad, los municipios también tienen atribuciones para agilizar y mejorar la movilidad que no han asumido plenamente. Pero lo que más preocupa es que, a diferencia de lo que sucedió hace una década o más para atender el grave problema de inseguridad, hoy no existe una mesa interinstitucional de coordinación que se reúna en forma regular para analizar datos y definir acciones conjuntas, con una visión clara de lo que se tiene que arreglar, y de lo que se tiene que cambiar. Finalmente, las opiniones ciudadanas sobre el problema de movilidad difieren mucho según opina un usuario del coche, del transporte público, o un ciclista.

Las soluciones más “taquilleras” que mencionan tanto autoridades como ciudadanos suelen ser más carriles, más pasos a desnivel, más viaductos. Pero a nivel internacional y entre expertos, se ha demostrado que más infraestructura vial genera más tráfico por demanda inducida. A pesar de contar con datos y estudios al respecto, seguimos sin construir una visión urbana de largo plazo, que ponga al ser humano en el centro, que facilite la disminución del uso del automóvil, proteja al medio ambiente y cumpla con el derecho a la movilidad inscrito en la Constitución.

Frente al vacío de liderazgo, la sociedad civil debe tomar la iniciativa. Es necesario crear y apoyar los espacios para diseñar esta visión de ciudad, elaborar estrategias basadas en datos y evidencias, y exigir que los próximos gobiernos estatales y municipales las conviertan en su hoja de ruta.

Si la década de 2010 nos enseñó que la coordinación y la visión compartida pueden sacar al estado de una crisis de seguridad, apliquemos la misma lección para evitar el colapso urbano. Nuevo León no puede esperar que el agua nos llegue al cuello y nos ahoguemos: los ciudadanos debemos exigir cambios y liderarlos.