El T-MEC, salvavidas de la economía mexicana, parece no tener su vida asegurada. El mundo está entrando en una etapa más peligrosa, donde la economía progresivamente es usada como arma ante la creciente competencia y tensiones geopolíticas. En medio de lo que promete ser una dura renegociación del tratado comercial de América del Norte, México ha cometido una serie de errores que anuncian una posición debilitada.
Hemos entrado en una “nueva era” que “estará determinada por armas de coerción económica y tecnológica: sanciones, ataques a la cadena de suministro y medidas de exportación“ las cuales “reutilizarán los numerosos puntos de control en la infraestructura que sustenta la economía global interdependiente”, declararon los renombrados académicos Henry Farrell (Johns Hopkins) y Abraham Newman (Georgetown). Los autores han tomado prominencia al hablar de cómo Estados Unidos ha utilizado la economía como arma (weaponized economy, le llaman), de cómo sus aliados y rivales políticos han respondido, y de las implicaciones para la economía global. Atrás quedó la utopía neoliberal, nos dicen: a partir de hoy, las economías nacionales estarán intrínsecamente ligadas a la seguridad nacional, y la interdependencia económica ha mutado para ser usada como arma (weaponized interdependence).
Es en este contexto global en el que se revisará –o tal vez se renegociará– el T-MEC. México tiene una enorme interdependencia económica con Estados Unidos, la cual se agrava ante lo que resulta una interdependencia sumamente asimétrica: mientras que el país envía alrededor del 80% de sus exportaciones a EUA, estas representan solo el 15% de las importaciones estadounidenses. Más aún, nos enfrentaremos al Estados Unidos de Donald Trump, es decir, a la extrema derecha que llegó a la Casa Blanca con una agenda antinmigrante, de protección comercial y retórica furibunda en materia de seguridad. Si anteriormente las negociaciones comerciales se habían blindado al “compartimentalizar” los temas de la agenda bilateral, hoy los encuentros serán mucho más difíciles ante la insistencia del gobierno estadounidense de unirlos. Y como no hemos hecho bien nuestro trabajo, la renegociación nos resultará más complicada aún.
La visita de Marco Rubio produjo un comunicado conjunto donde se habló únicamente de seguridad. Sin embargo, días después, el Departamento de Estado publicó su propio comunicado declarando que se habían tratado también temas comerciales, enlistando de paso cincuenta barreras comerciales de su contraparte mexicana. Muchas de ellas tienen íntima relación con las reformas de Morena que, efectivamente, violan el T-MEC: reforma energética, organismos reguladores, poder judicial, y un largo etcétera. Más aún, la debilidad del Estado mexicano producto de esas reformas queda clara ante la situación en que se encuentra el grupo negociador de la secretaría de Economía: como bien mencionó recientemente Kenneth Smith Ramos, quien lideró la renegociación pasada del T-MEC, ha habido recortes presupuestales y de personal considerables en la secretaría, tanto así que, de los 80 especialistas que negociaron el T-MEC, solo el 20% se ha reintegrado.
Enhorabuena que quienes se opusieron tajantemente al tratado comercial en los noventa hoy trabajen para preservarlo. Sin embargo, el ADN estatista y autoritario ha inevitablemente surgido, poniéndonos en una posición de debilidad frente a Estados Unidos. Y, de paso, tenemos a una de las administraciones estadounidenses más antimexicanas en décadas, en un contexto de creciente incertidumbre internacional.
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