Monterrey.- Después de un golpe durísimo que caló hondo en la afición y el vestidor, Rayados encontró la manera de levantarse. En el Apertura 2017, el destino les regaló la oportunidad de sanar una herida reciente: una Final, en casa, ante el mismo rival que les había arrebatado un título tiempo atrás. Y esta vez, no la dejaron escapar
En un "Gigante de Acero" teñido de esperanza y orgullo, los albiazules se impusieron 1-0 al Pachuca para conquistar la Copa MX. Fue una noche de emociones profundas, donde el deseo de revancha se convirtió en determinación y el fútbol fue el vehículo para reivindicarse ante su gente.
Antonio Mohamed no escatimó y salió con su mejor once. Fue Avilés Hurtado, uno de los más señalados tras aquella dolorosa derrota previa, quien escribió el capítulo de redención. Corría el segundo tiempo cuando recibió un pase filtrado de Dorlan Pabón cerca del área. Rodeado por defensas y sin espacio aparente, Hurtado se abrió camino y definió con clase ante Alfonso Blanco, desatando la euforia en el estadio.
El gol fue más que un tanto: fue un grito contenido, una sanación colectiva. Al final del partido, José María Basanta levantó el trofeo, su tercero con Rayados, pero el primero de Copa MX como capitán. Un símbolo de liderazgo, constancia y entrega.
Esa noche no solo se ganó un título. Se reafirmó el espíritu resiliente del Monterrey. Porque a pesar de las caídas, los albiazules siempre encuentran el modo de levantarse. La Copa del Apertura 2017 fue el abrazo que la afición necesitaba, y una promesa: este equipo, con corazón y garra, nunca se rinde.