Monterrey.- En el verano de 2015, Tigres firmó al que sería el fichaje más trascendental en su historia moderna. André-Pierre Gignac, delantero internacional francés y figura del Olympique de Marsella, llegó al fútbol mexicano en plenitud. Aquel movimiento cambió para siempre el destino del club y marcó un parteaguas: el antes y el después de Tigres.
Antes de Gignac
Tigres era un equipo importante, con títulos en su palmarés y una de las aficiones más fieles del país. Sin embargo, le faltaba consolidarse como protagonista constante. Su última liga había sido en 2011, y aunque contaban con figuras como Lucas Lobos, el equipo aún no se instalaba en la élite con regularidad.
Los títulos llegaban, sí, pero la grandeza sostenida aún parecía lejana. Faltaba algo. O mejor dicho: faltaba alguien.
El parteaguas
Con Gignac no solo llegaron los goles. Llegó carácter, mentalidad, espectáculo y una conexión inmediata con el hincha. El francés se volvió ídolo en tiempo récord, anotando en Libertadores, en clásicos, en finales. Desde su arribo, Tigres dejó de ser un equipo aspirante y se convirtió en un club protagonista y temido.
Con él como emblema, los felinos conquistaron cinco títulos de Liga MX (Apertura 2015, Apertura 2016, Apertura 2017, Clausura 2019 y Clausura 2023), una Campeones Cup, una Liga de Campeones de Concacaf, y jugaron dos finales internacionales: la Copa Libertadores 2015 y el Mundial de Clubes 2020, donde enfrentaron al Bayern Múnich en la Final.
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Después de Gignac
El legado está escrito. Tigres se transformó en un equipo de época, con mentalidad ganadora, vitrina llena y un respeto ganado dentro y fuera del país. Gignac no solo rompió récords: se convirtió en el máximo goleador histórico del club, en el máximo anotador en Clásicos Regios, y en el símbolo de una generación dorada.
Hoy, cuando se habla de Tigres, se habla de grandeza. Y esa grandeza tiene nombre y apellido: André-Pierre Gignac.