San Nicolás de los Garza.- Hay figuras que trascienden los títulos y que forjan identidad en un club. En Tigres, ese nombre es Osvaldo Batocletti. Más que un defensa central, fue quien definió lo que significa vestir la camiseta auriazul: entrega total, garra inquebrantable y espíritu combativo. El llamado “perfil Tigre” tiene en él su origen.
Un refuerzo que se volvió símbolo
Batocletti llegó en 1977 desde Argentina, y no tardó en demostrar que sería mucho más que un extranjero en la plantilla. Desde su primer partido dejó claro que venía para marcar época. Con liderazgo natural y pasión por el juego, se convirtió en figura clave de los títulos de Liga en 1978 y 1982, pero su verdadero impacto comenzó donde las estadísticas terminan: en la cultura interna del equipo.
Más allá de la cancha: directivo y formador
Al colgar los botines, Batocletti continuó su vínculo con Tigres como formador, asesor y entrenador. En 2018 escribió otro capítulo inolvidable al dirigir a Tigres Femenil y guiarlas al primer campeonato de su historia. Su vocación de entrega y compromiso se trasladó al banquillo, reafirmando que su legado iba más allá del futbol varonil.
El Volcán conserva su memoria viva
Osvaldo falleció en mayo de 2019, pero su esencia permanece en cada partido, cada tribuna y cada rugido en el Estadio Universitario. La tribuna norte lleva su nombre como homenaje a un hombre que no solo defendió la camiseta, sino que la volvió parte de su identidad.
Batocletti no es solo historia; es raíz, es ADN felino. Tigres no se entiende sin él, y cada vez que el equipo sale a la cancha, su filosofía se hace presente: jugar con el alma, nunca rendirse y honrar cada minuto como si fuera el último.