Monterrey.- El Museo de Historia Mexicana y la Colección FEMSA inauguraron la instalación titulada “Mil Novecientos Cincuenta y Cuatro” de Mauricio Gattás, obra inspirada en una cocina típica de una familia regiomontana en los años 50.
Esta obra, que se presenta como parte del evento Las Artes Monterrey, establece un vínculo entre el arte contemporáneo y la historia social y cultural de Monterrey.
La exposición se realiza en un momento clave, justo antes de la semana del arte en la Ciudad de México, que se llevará a cabo del 6 al 9 de febrero, y fortalece el papel de estas instituciones en el circuito artístico local.
“Mil novecientos cincuenta y cuatro” es una instalación que reconstruye una cocina típica regiomontana de la década de 1950, y será exhibida en la sala México Moderno, parte de la exposición permanente del museo.

La obra tiene un significado especial para el artista, quien se inspira en su propia historia personal, y busca rendir homenaje a su abuela y al entorno familiar de su infancia.
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“Principalmente por lo que representaba la cocina en esa casa, que era la parte más importante, era el corazón de la familia y siempre que platicaban algo era en la cocina; por eso quise representar esa parte, regresarle un poquito a mi familia, ese recuerdo”, expresó. Gattás.
En sus palabras, la cocina representaba el lugar donde su madre y sus tíos compartían momentos de convivencia y tradición. El autor de esta obra nació en Monterrey en 1970 y comenzó su carrera artística a principios de los años 90.
A lo largo de su trayectoria, ha experimentado con diversas técnicas, como el dibujo al lápiz, la acuarela y el óleo. En su formación, se ha beneficiado del taller de la artista Ximena Subercaseaux y de estudios realizados en España y Francia.
Su obra ha sido reconocida por su capacidad de integrar elementos de la memoria colectiva con enfoques contemporáneos. Gattás fue galardonado con el Premio de Adquisición VII Bienal FEMSA en 2005, un reconocimiento a su talento y creatividad.
Esta instalación no solo representa un viaje al pasado, sino también un diálogo con el presente, al recuperar un momento de la historia cotidiana de la ciudad y hacerlo resonar en el contexto actual.
La exposición se convierte así en una reflexión sobre el valor de los espacios cotidianos, como la cocina, en la construcción de la identidad y la memoria familiar.