México.- El tercer capítulo de The Last of Us 2 no solo muestra los estragos que dejó una horda de infectados en Jackson, sino que también profundiza en el duelo de Ellie tras la brutal muerte de Joel.
La escena en la que Ellie deja unos granos de café sobre la tumba de Joel puede parecer simple, pero esconde uno de los momentos más emotivos y simbólicos de la serie.
Este pequeño gesto condensa el dolor, la memoria y el amor que unieron a los protagonistas en su primer viaje juntos.

Un pueblo destruido y un corazón roto
Después del ataque que arrasó con Jackson, la vida en la comunidad cambia drásticamente. Ellie, interpretada por Bella Ramsey, pasa meses recuperándose en el hospital, tanto física como emocionalmente.
A pesar de haber sanado por fuera, su interior sigue marcado por la imagen de Abby torturando y asesinando a Joel frente a sus ojos.
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Cuando Ellie es dada de alta, confiesa a Tommy que no puede visitar la tumba de Joel a menos que sea en el camino hacia Seattle, donde planea buscar justicia por su cuenta.
El deseo de venganza no es compartido por los habitantes de Jackson, quienes priorizan reconstruir y evitar más pérdidas humanas. Sin embargo, eso no detiene a Ellie.
El inicio del viaje y una despedida simbólica
Ellie emprende su camino hacia Seattle durante la noche, acompañada de Dina y su caballo Shimmer. Antes de dejar Jackson atrás, hace una parada breve en el cementerio improvisado, donde reposa Joel.
En lugar de flores, Ellie deja unos granos de café sobre su tumba, un gesto silencioso pero cargado de significado.
Este acto es más que una ofrenda: es un recuerdo íntimo que remite a sus días de viaje juntos, cuando el café, más allá de su sabor amargo para Ellie, representaba la humanidad de Joel, sus costumbres, su terquedad… y, en definitiva, su presencia.
El café, símbolo de su vínculo irrompible
Durante la primera temporada, Ellie y Joel comienzan como extraños obligados a convivir por circunstancias extremas. Pero con el paso del tiempo desarrollan una relación profunda, que se asemeja a la de un padre y una hija.
Uno de los elementos recurrentes en su convivencia fue el café: Joel lo amaba y siempre encontraba la manera de conseguirlo, aunque fuera escaso en un mundo devastado.
Ellie, en cambio, lo encontraba repugnante. Sin embargo, esos momentos en que Joel preparaba café se convirtieron en parte de su rutina, en pequeñas pausas de normalidad en medio del caos.
Al dejar los granos en la tumba, Ellie no solo recuerda ese detalle, sino que honra todo lo que compartieron: sus conversaciones, sus silencios, sus decisiones difíciles y su vínculo inquebrantable.