Monterrey.- Aunque aún se desconocen en profundidad las causas del Trastorno del Espectro Autista (TEA), las hipótesis se asocian con la genética, la edad de los padres o la exposición a la contaminación del aire por partículas finas (PM2.5) durante el tercer trimestre de gestación y la primera infancia.
Expertos señalaron para ABC Noticias, que se ha descubierto conexiones entre la exposición durante el embarazo y a lo largo de la infancia con una disminución de la función cognitiva (relacionada con el coeficiente intelectual que es la capacidad de procesamiento de información por parte del individuo) y problemas neuroconductuales.
De acuerdo con Daniela Botello, Directora del Proyecto “Casa Azul”, estos contaminantes pueden contribuir al TEA a través de mecanismos que incluyen neuroinflamación, estrés oxidativo y alteraciones en los sistemas de neurotransmisores.

“Mucho le atribuyó a la contaminación, a la alimentación y que ha sido un factor de la falta de aire limpio en el país y la información que tenemos hoy está un poco más cerca de la realidad para empezar a diagnosticar de una manera certera a los niños
Esta condición afecta en mayor o menor medida la interacción social por medio de la comunicación, la conducta, el lenguaje y la integración sensorial de las personas.
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Por su parte, Rosy Barroso, Directora General del Centro de Orientación Temprana Integral Infantil, detalló que el aumento global de la contaminación y el incremento de casos de TEA, es fundamental realizar más investigaciones para aclarar estos vínculos y fundamentar estrategias preventivas.
“A lo mejor, si es cierto que toda la contaminación que vivimos actualmente ha incrementado esta situación de mayores casos y la diferencia es que hace 20 años teníamos menos contaminación, pero son muchos factores los que tenemos que tomar en cuenta que afectan al niño prenatalmente”, indicó.
Según la Organización Mundial de la Salud, 1 de cada 115 niños en México, presenta Trastorno del Espectro Autista (TEA), es decir, casi 1% de la población infantil; sin embargo, la incidencia en la vida adulta, así como el conocimiento de su situación en la adolescencia, se desconoce.
Si bien no existe una cura para los trastornos del espectro autista, un tratamiento intensivo y temprano puede hacer una gran diferencia en la vida de quien la padece.