Monterrey.- Pese a las temperaturas registradas de hasta 43 °C la semana pasada, vendedores ambulantes de frutas, elotes, hot dogs y aguas frescas en el centro de Monterrey almacenan estos productos perecederos a la intemperie o en bodegas insalubres que ya habían sido clausuradas.
La mayoría de las bodegas carecen de techado, lo que incrementa el riesgo de que los productos se descompongan por el calor, se mojen con la lluvia o queden expuestos a insectos y roedores, representando un riesgo para la salud de los consumidores.
Un recorrido realizado por ABC Noticias detectó cinco bodegas en operación que se encuentran ubicadas en el cruce de 5 de Mayo y Diego de Montemayor; Doctor Coss, casi esquina con Allende; Washington y Juan Méndez; sobre Allende, entre Diego de Montemayor y Doctor Coss, y en Juan Ignacio Ramón, entre Platón Sánchez y General José Rojo.
Cabe señalar que estos productos mencionados son los que decenas de nuevoleoneses consumen durante sus paseos en zonas como La Alameda, La Macroplaza, Barrio Antiguo, Colegio Civil, e inclusive a las afueras del Parque Fundidora y Paseo Santa Lucía, alimentos que cuentan con un alto riesgo sanitario.
Luego de una denuncia de ABC Noticias en enero del año pasado, la Secretaría de Salud estatal, que encabeza Alma Rosa Marroquín, clausuró dos de estas bodegas debido a la insalubridad con que almacenan los alimentos.
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Los almacenes donde resguardan estos perecederos se rentan a precios que rondan los $1,000 pesos mensuales, pero no tienen condiciones higiénicas y a veces ni agua potable. Estos sitios no están regulados por la Secretaría de Salud, ya que no se cuenta con un censo al ser lugares privados en vecindades o en terrenos particulares de diferentes colonias.
Vendedores ambulantes que utilizan estas bodegas confirmaron a ABC Noticias que los alimentos se quedan a la intemperie para luego ofrecerlos al público al día siguiente. Félix Martínez, un vendedor ambulante que ofrece aguas y frituras en el primer cuadro de la ciudad, relató que por las mañanas evalúa “a ojo de buen cubero” si los alimentos aún están en condiciones para venderse.
“Ahí dejamos todo y al día siguiente hay que volverlo a sacar, pero llega un punto en que la comida se echa a perder. Por ejemplo, si las papas no se venden en cinco o seis días ya huelen a rancias.
Además, si llueve y se mojan, ya no sirven”, explicó. Carmen Ramos, que ofrece frutas preparadas con chamoy, señaló que una de las bodegas donde solía guardar su carrito fue clausurada por casi un año, pero recientemente volvió a operar sin restricciones.