San Pedro.- Mauricio Fernández Garza fue un empresario, político y coleccionista regiomontano, y poseía una de las colecciones privadas de arte y patrimonio más importantes de América Latina, conformada por más de 3,500 piezas que iban desde tesoros prehispánicos hasta obras contemporáneas.
A lo largo de más de cinco décadas, consolidó un legado cultural que trascendió fronteras.
Reconocido por su papel en la conservación, difusión y promoción del arte, dedicó su vida a abrir su acervo al público, tanto en Nuevo León como en Europa.
Su colección incluyó piezas prehispánicas, arte sacro, pintura mexicana y latinoamericana, así como obras modernas.
Entre las joyas que compartió con la comunidad destacaron un autorretrato de Frida Kahlo, un óleo de Diego Rivera, objetos históricos como la espada atribuida a Hernán Cortés y el fósil del Mauriciosaurus, descubierto en Nuevo León y nombrado en su honor.
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En el ámbito institucional, Fernández impulsó la creación del Museo El Centenario en San Pedro Garza García, donde se realizaron exposiciones, conciertos y actividades educativas.
La culminación de ese esfuerzo llegó en 2024 con la inauguración del Museo La Milarca, en el Parque Rufino Tamayo de San Pedro.
Concebido como una réplica de su antigua residencia, albergó más de 3,500 piezas en salas temáticas que abarcaban numismática, arte popular, sacro y contemporáneo.
Entre sus tesoros arquitectónicos resaltaban arcos góticos del siglo XIII, techos renacentistas de los siglos XIV al XVI y un gabinete ecléctico que reflejaba la visión personal del coleccionista.
El museo, valuado en más de 100 millones de dólares en obras y piezas, se convirtió en uno de los proyectos culturales más ambiciosos del norte de México.
Fernández expresó en vida su anhelo de que La Milarca fuera reconocida como patrimonio cultural de México y, eventualmente, patrimonio mundial por la UNESCO.
Su contribución cultural no se limitó a los museos: patrocinó conciertos, apoyó a artistas locales y respaldó la publicación de libros y catálogos especializados en historia y arte mexicano.
Ese mismo espíritu lo llevó a España, donde en 2019 descubrió que un artesonado mudéjar del siglo XVI en su residencia mexicana procedía de Almagro, de la antigua iglesia de Nuestra Señora del Rosario.
Como gesto de agradecimiento y para devolver algo de esa riqueza patrimonial, Fernández Garza impulsó la restauración del Palacio de los Marqueses de Torremejía, en Almagro, Ciudad Real.
El edificio del siglo XVI, que había sido convento y escuela-hogar, se hallaba en deterioro, pero gracias a la intervención financiada por él, recuperó su patio renacentista, murales del siglo XIX y decoraciones únicas, como papeles de arroz con escenas orientales.
La reapertura del palacio en 2023 contó con la presencia de autoridades españolas y mexicanas, en un acto que subrayó la dimensión internacional de su labor.
“No es un proyecto para mis hijos, sino para España y para que lo aprovechen los almagreños”, dijo entonces, dejando claro que su objetivo era rescatar y compartir el patrimonio histórico con la comunidad.