México.- La relación entre Roberto Gómez Bolaños “Chespirito” y Florinda Meza no solo cambió su vida profesional, también impactó profundamente a su familia.
Luego de más de 20 años de matrimonio con Graciela Fernández, su separación marcó un antes y un después en la vida del comediante y de sus seis hijos.
En su libro Sin querer queriendo, Chespirito reveló que el proceso de divorcio fue traumático y que sus hijos tardaron mucho en aceptar la presencia de Florinda.
"Luego, también de modo bastante lento, Florinda comenzó a ser aceptada por mis hijos, algunos más pronto que otros. Y puedo asegurar que esta aceptación ha alcanzado el grado de cariño”, escribió.
Un amor marcado por la culpa
La serie Chespirito: Sin querer queriendo recrea en su octavo capítulo el conflicto interno que vivió el comediante.
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En una escena clave, el personaje de Roberto (interpretado por Pablo Cruz Guerrero) se enfrenta a Margarita (personaje basado en Florinda), quien lo acusa de actuar por culpa y no por amor.
Chespirito confesó en su autobiografía que su relación con Florinda empezó cuando aún estaba casado con Graciela, algo que le generó un “sentimiento de culpa implacable”. Este peso emocional lo llevó a intentar reparar el daño de una manera contundente.
La herencia para Graciela Fernández
Para compensar el dolor causado por la separación, Chespirito decidió dejarle todos sus bienes materiales a Graciela Fernández: casas, automóviles y muebles.
A pesar de esto, el proceso de aceptación por parte de sus hijos fue largo y complicado.
Con el tiempo, la relación entre ellos y Florinda mejoró, aunque no fue inmediata.
El propio Roberto reconoció que se trató de un proceso lleno de remordimientos y heridas que tardaron en sanar.